En estos tiempos de pandemia se debe destacar que si algo se acrecentó, no nos referimos a las estadísticas de la enfermedad y su letalidad, es el fomento a la lectura, si porque ahora los libros han cobrado una mayor importancia, lo cual es algo que resulta esperanzador.
En Europa y América se ha leído más, acaso por las circunstancias que nos han forzado a muchos a seguir en casa y dar un vistazo a la biblioteca, ha sido el momento de leer o releer diversos autores, de tal manera que podemos confrontar la soledad desde las letras.
Ahora que muchas actividades académicas se han centrado en viodeoconferencias, plataformas y todo el arsenal de instrumentos de las tecnologías de la información y comunicación, muchos de los participantes lucen sus libros, lo mismo sucede en los programas de análisis en televisión.
El saldo del Covid-19 ha sido de alcances brutales, ciertamente, escuchamos diversas opiniones a cargo de los especialistas, algunas ocasiones resaltan las contradicciones o las incongruencias. También destacan lo que muchos hacen irresponsablemente como retando al virus sin importar el daño que se hacen o pueden provocar a mucha gente que es altamente vulnerable por padecer enfermedades crónicas y degenerativas.
Por toda la seguidilla de consecuencias en materia de salud, resulta estimulante que quienes se mantienen en casa puedan adentrarse en la lectura, que hoy día resulta un bálsamo. Recién se recordó a dos escritores destacados, Mario Benedetti y Carlos Fuentes, el primero uruguayo que dejó obras como La Tregua y Pedro y el capitán, ni qué decir de sus poemas como Te quiero o Táctica y estrategia.
Carlos Fuentes dejó una gran obra que se ha quedado para ocupar un lugar estelar en la literatura mexicana del siglo XX: Aura, La muerte de Artemio Cruz o La silla del águila.
Tenemos muchos autores, aunque los lectores no son necesariamente una gran legión este trance por la emergencia ha promovido, acaso por necesidad, el interés por los libros.
Los libros nos permiten la franca posibilidad de quitar los frenos a la imaginación, encender una luz para disipar la oscuridad de la soledad, combatir el aburrimiento y renovar la capacidad de asombro porque son diversos los temas e infinitas las historias que se tejen alrededor de la tinta y el papel.
Por la contingencia sanitaria ahora no se puede visitar librerías, aunque los pedidos a domicilio se han incrementado, ahora desde un teléfono se puede adquirir literatura, sin excluir que en muchos casos los lectores acceden a obras vía internet.
Releer libros aporta nuevos datos y nos ayuda a ejercer un criterio hermenéutico para glosar e interpretar contenidos, este confinamiento nos ha brindado la opción siempre válida de regresar por el camino de las letras.
Por cierto, en otra razón de ideas, Morelia cumplió el pasado 18 de mayo su aniversario 479, la antigua Valladolid tiene una evidente densidad histórica que se conecta con el génesis de nuestro país, el centro de la ilustración se radicó en el antiguo Colegio de San Nicolás, sitio en el que desfilaron personajes como Miguel Hidalgo y Costilla, quien fuera rector, además del más grande hijo moreliano y arquitecto del Estado mexicano, Don José María Morelos y Pavón. Ahora no hubo festejos masivos, se escucharon las campanas de las iglesias para recordar el aniversario. Felicidades Morelia.