No hay un solo día en nuestro país en que la polarización se ausente, abundancia de controversias que manifiestan una evidente predisposición a la descalificación. El verdadero debate de ideas palidece ante oleadas de adjetivos y etiquetas que toman distancia de la civilidad, es un asunto cotidiano. Simpatizantes y detractores del presidente Andrés Manuel López Obrador se asumen como los portadores del estandarte de la verdad, lo cierto es que la confrontación no cede.
Estamos en los días más complicados de la crisis sanitaria, los contagios por Covid-19 se han incrementado, se retornó a partir del 1 de junio a la denominada nueva normalidad con todas las restricciones prescritas para evitar la propagación del virus, algunos gobernadores han dicho desconocer el semáforo del gobierno federal en cuanto al manejo y contención de la contingencia, acusan que no se les consideró como se había acordado con anterioridad. Se han sumado más gobiernos estatales inconformes porque se impuso el semáforo rojo y ellos tienen otros datos.
El sábado 30 hubo movilizaciones de protesta contra el presidente López Obrador en diversas ciudades, la novedad es que fue en caravana de vehículos, probablemente para no exponerse ante la pandemia, en Morelia algunas decenas de vehículos circularon por algunas de las avenidas principales, sucedió en otras urbes la misma situación.
En lo que respecta a la mencionada movilización contra López Obrador, ésta fue descalificada por simpatizantes de la 4T, intolerancia pura. En un régimen de libertades la crítica a los actores políticos es parte de una normalidad porque el disenso enriquece la democracia, además de ser un valor.
Sucede que en el México de hoy no existe una figura o movimiento que aglutine el sentir opositor contra mandatario, los partidos enfrentan una evidente crisis de representatividad, los absorbió el pragmatismo, se desdibujaron sus símbolos de identidad política.
No existe un opositor con las características del actual presidente desde la trinchera partidista o de la sociedad civil. Recordemos que antes de la victoria del 2018, López Obrador fue un opositor persistente, con una base social numerosa, actualmente sus contrincantes no la tienen, sus alcances hasta hoy han sido limitados.
En la movilización anti AMLO que se efectuó en Morelia el sábado anterior con los vehículos automotores llamaban la atención algunos letreros que portaban los autos, consignas contra el comunismo, por ejemplo. Sabemos que en nuestro país no vivimos en un régimen de tales características entre las que figuraría la abolición de la propiedad privada y desaparición de clases sociales. Algunos de los argumentos resultaron confusos, por decir lo menos.
Se cuestionó a quienes protestaron, pese a que están en su derecho, existe la opción de criticar, disentir y éstas no deben agotarse. Peor sería la imposición de un pensamiento único, eso sí sería pernicioso. Aunque solicitar la dimisión del presidente López Obrador parece más un exabrupto.
Recordando algunas palabras de Winston Churchill, lo deseable es que el único imperio que prevalezca debiera ser el de las ideas, en México aún estamos lejos de un auténtico debate que refleje una verdadera vocación democrática.