BASTA CON UN AMLO AHORRATIVO
El presidente de México tiene un curioso sentido del ahorro; además de ser un vacilador agrio y ambicioso.
AMLO, primero, se aseguró de poder disponer, por sí, de poco más de seis billones de pesos del erario federal, para dedicarlos a proseguir su proyecto de concentrar el poder.
Con esa política austera de egresos ha desaparecido dependencias estorbosas para él, despidiendo por miles al personal antiguo que no le aseguraba plena lealtad, e iniciando, así, un torrente de desempleos que suma (en este año 2020, activado también por el covid19) dos millones de mexicanos sin trabajo.
Son conocidísimos sus ahorros en salud, provocando que multitudes de enfermos ahora estén muertos.
Sufre, el sector educativo y cultural, agresivos recortes presupuestarios.
La mayor parte de las secretarías del ejecutivo federal padecen represiva austeridad, con el hipócrita y cómplice beneplácito de los secretarios respectivos.
Ajustada a esa directriz, y bajo el auspicio de una atmósfera parca, el senador Ricardo Monreal Ávila planteó, primero, la creación de un ineluctable y chusco Instituto Nacional de Mercados y Competencias para el Bienestar (INMECOB), a efecto de que ahí se inserten (y así desaparezcan) el Instituto Federal de Telecomunicaciones, Comisión Federal de Competencia Económica y Comisión Reguladora de Energía, organismos con presupuesto atractivo de más de 2 mil 375 millones de pesos, y que son poco serviles a AMLO.
El presidente López Obrador dispuso que en una de sus mañaneras se le preguntara sobre ese proyecto de Monreal; y, cumplido el encargo, AMLO respondió: “si es para ahorrar dinero, estoy totalmente de acuerdo”.
Las críticas fundadas al proyecto fueron demoledoras, y Monreal volvió a obedecer a AMLO, aplazando la iniciativa para sujetarla a un “proceso abierto de discusión”.
Esa maquinación ahorrará dinero, despejará a personas no afectas a la 4T, concentrará más recursos al autoritarismo, y acelerará el fundamental proyecto centrípeto del presidente.
Esa centralización del poder que desea AMLO, para sí, lo conducirá a preguntarse: ¿para qué queremos tres poderes en el gobierno federal?
Y lo llevará a responderse: no gastemos tanto. El poder legislativo cuesta al pueblo, en este año, poco más de 13 mil 540 millones de pesos, y el poder judicial gasta, en esta anualidad, poco más de 68 mil 632 millones de pesos.
AMLO concluirá, por ende: prescindamos del poder legislativo y del poder judicial; el poder ejecutivo debe ser único y manejarlo todo.
Así, el pueblo experimentaría un reacomodo novedoso; similar al imperio de Agustín de Iturbide, o al imperio de Carlota y Maximiliano, ambos del siglo XIX.
A la actual generación poco le dicen esos dos imperios, pues su recuerdo histórico es impreciso por la deficiencia educativa.
Como tampoco se recuerda plenamente a Antonio López de Santana, o a Porfirio Díaz Mori.
Para ser dictador o autócrata no se requiere ser llamado emperador, ni alteza serenísima, ni señor presidente, ni rey, basta con que todo el poder público esté bajo el mando exclusivo de un sujeto.
Incluso, puede darse el lujo de ser chistoso: “me acusan hasta con el Papa, y éste me habla para decirme que no les cree”; “López Gatell es incapaz de ocultar cosas y decir mentiras”; el crédito que pedimos de mil millones de dólares es una operación de rutina; he dictado un decálogo contra el covid19; y, “digo al poder legislativo y al judicial no parar labores”.
Ojalá no vivamos, nunca, una pesadilla dictatorial, pues llevaría a los mexicanos a otro hartazgo, y contra AMLO o cualquier otro dictador se haría el cuarto movimiento revolucionario.