Llegará un día en que nuestros hijos, llenos de vergüenza, recordarán estos días extraños en los que la honestidad más simple era calificada de coraje
Yevgen Yevtushenko (1933-?) Poeta ruso
Si el diablo no mete la cola, Héctor Chávez Gutiérrez deberá ser electo director de la Facultad de Derecho este lunes por el Concejo Universitario. Y, sin duda, sería lo más sensato que los nicolaitas pudieran hacer.
Que el diablo metiera la cola, sólo se materializaría si los amagos que otro de los aspirantes, Miguel Medina, ha realizado en las últimas semanas, con insistentes presiones sobre los concejales. Empero, este reportero verificó la noche del domingo que no habrá sorpresas, y Chávez será ungido director de la escuela más importante, por el número de sus alumnos, de la Casa de Hidalgo.
Y digo que sería la decisión más sensata, por dos razones fundamentales: una, porque Chávez ganó de calle la consulta interna que se organizó en la Facultad de Derecho, en la que administrativos, alumnos y profesorado, se decantaron por él sin ninguna sombra de duda. Por eso, si bien ese resultado no es vinculante, o sea, obligatorio de acatar por el Concejo, sí significa el sentir de la comunidad de Derecho y el sentido común señala que no debiera atentarse contra él.
Y dos, porque Chávez representa sin duda el intento por retornar al prestigio en la Dirección de Derecho, una escuela si bien cuantitativamente la más relevante de la Universidad, venida a menos en el campo cualitativo, no solo por la laxitud en las políticas de ingreso, sino también por múltiples debilidades institucionales que la han restado lustre, como la nociva práctica de permitir que maestros –muchos de ellos políticos y servidores públicos en el gobierno- se ausenten y coloquen a suplentes a dar clases, pero siguiendo en la nómina, y la cada vez más reiterada denuncia de favores económicos y sexuales por parte de seudo maestros hacia el alumnado.
Chávez no tiene desde ninguna fórmula para cambiar de golpe y porrazo con esas prácticas, pero sí tiene, estoy cierto, la calidad moral para tratar de comenzar a poner orden y de revertir, aunque sea gradualmente, ese orden de cosas tan sucio que hay hoy en la Facultad de Derecho. Veremos.
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