En las últimas semanas se evidenció la crisis al interior del Partido Revolucionario Institucional, el organismo que durante décadas recalcó su hegemonía de la mano de los gobiernos de esa misma extracción, ahora venido a menos exhibe sus grietas como resultante del último proceso electoral en que perdió gubernaturas y amortiguó su debacle al definir alianzas coyunturales con sus antiguos adversarios, ahora aliados ocasionales.
Alejandro Moreno Cárdenas, dirigente nacional del tricolor ha sido cuestionado severamente por sus compañeros de partido como el ex gobernador de Oaxaca Ulises Ruiz, quien encabezó la ocupación de los accesos de la sede del priismo fue ocupada por los inconformes que demandan la renuncia del presidente del Comité Ejecutivo Nacional a quien le imputan el fracaso electoral reciente.
Antiguamente al Revolucionario Institucional le distinguía una disciplina ortodoxa, aún se recuerda lo que expresó uno de sus militantes conspicuos, Fidel Velázquez, “quien se mueve no sale en la foto”, la forma es fondo expresaría Jesús Reyes Heroles, acaso el último ideólogo destacado del priismo. En la actualidad el Revolucionario Institucional parece tener más historia que futuro, tejió alianzas con el Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática, algo impensable hace unos años porque el origen de sus ahora aliados fue más bien contrario al tricolor, máxime si hacemos memoria de algunos de los fundadores de ambas organizaciones como Efraín González Luna, Manuel Gómez Morín o Heberto Castillo.
Durante décadas el PRI presumía una línea ideológica a la que llamaban nacionalismo-revolucionario, que nuca terminó de explicarse, porque en todo caso fue un brazo electoral del antiguo régimen y se acoplaba a las modas sexenales dictadas por el presidente de la república de turno. Los mandatarios federales fueron los verdaderos dirigentes del tricolor en una organización vertical con un evidente control, los alcances de los antiguos presidentes fueron metaconstitucionales.
En la actualidad la oposición no ha sido articulada, padece una crisis que va más allá de la identidad ideológica, perdió la mayor parte de las gubernaturas, alcanzó algunos escaños más en la cámara de diputados, aunque no en la cantidad esperada previo al 6 de junio. Las oposiciones en conjunto carecen de vigor y liderazgos carismáticos, aún con la alianza fueron derrotadas por Morena y sus acompañantes.
El senador priista Manuel Añorve señaló recién que detrás del conflicto que escaló al interior del partido contra el dirigente nacional Alejandro Moreno, en el que hubo actos de violencia, hay intereses oscuros. Lo cierto es que no es común registrar conflictos de esa índole en la organización fundada en 1929 por Plutarco Elías Calles, a la que caracterizó la disciplina más rancia, los tiempos son otros y la era hegemónica vive en el pasado, la realidad les alcanzó.
Bien lo expuso en su momento el sociólogo Max Weber, a las organizaciones políticas les marca su origen y el PRI nació de las encumbradas elites de procedencia revolucionaria, siempre participó en las contiendas electorales con ventaja evidente, la equidad no se registraba en aquellos tiempos de las facciones que con la misma procedencia participaron en la repartición del poder para dar paso a los cacicazgos. Rigen otros tiempos, aún se espera una oposición consistente que de momento no existe en el país.