Las amenazas contra la libertad de expresión continúan en nuestro país, es un pesado lastre que no tiene razón de ser pero existe, así lo registran múltiples acontecimientos y muchas vidas de comunicadores lo confirman, de hecho la mayoría de casos de dichos asesinatos permanecen en la más espesa impunidad.
En días pasados la periodista Azucena Uresti y algunas empresas de comunicación fueron amenazadas por la delincuencia, no es un asunto aislado y por ello se demanda la actuación del estado mexicano a través de sus instituciones para salvaguardar los derechos fundamentales de todas las personas. De nueva cuenta un poder fáctico deslizando el temor.
No es tiempo de retrocesos, en la actualidad se registran diversos hechos que tienen que ver con la democracia, la alternancia, la pluralidad que retrata voces discrepantes como sucede en una sociedad que tiene en la diversidad una gran caja de resonancia, no es tiempo del pensamiento único parido por el autoritarismo o el totalitarismo.
México hace ya algunos años se ha situado en el mapa mundial como uno en el que ejercer el periodismo es un alto riesgo, diversos actos consumados así lo indican, es una narrativa difícil que nos lleva a observar el gran déficit en materia de legalidad y los estragos que motiva la impunidad.
Se ocupa de un verdadero estado de derecho, en el que las leyes vigentes se apliquen y la legalidad sea un componente real que garantice certidumbre para ejercer nuestros derechos, se trata de libertades que no deben ser socavadas.
No es posible pensar que la libertad de expresión sólo se ejerza en el café porque sería peligroso de otra manera, no es admisible callar voces porque con ello se atenta contra derechos fundamentales reconocidos en nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, ya no podemos mirar hacia atrás hasta convertirnos en estatuas de sal.
La libertad de expresión florece en sistemas democráticos de manera natural, la violencia, el alto grado de inseguridad y la impunidad más bien exhiben carencias, vacíos que suelen llenarse no de la mejor manera.
Nuestro presente también reporta otros datos que no son alentadores: el cuadro atípico es la imagen mundial, una nueva convivencia incompleta si la comparamos con el pasado reciente, la movilidad social no es la misma con todo y la evidente negligencia de quienes acuden a los eventos masivos que equivale a jugar una fúnebre ruleta rusa. Actualmente el sector juvenil es más vulnerable ante los contagios de acuerdo a los datos oficiales.
Son muchos los problemas visibles que se enfrentan o, mejor dicho, que se padecen en una realidad oscura que se enquistó para provocar mayores daños y no se ve la luz al final del túnel.
Retomando el punto inicial, la libertad de expresión debe ejercerse sin limitaciones, salvo las que la ley establece, en una sociedad plural en la que la democracia estimula los matices y discrepancias resulta natural una polifonía que retrata diferentes enfoques, no es posible retroceder no es admisible regresar a los viejos moldes del pensamiento único.