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martes, noviembre 26, 2024

¡MES PATRIO A LA VISTA!

Marco A AguilarSÓLO MIS CHICHARRONES TRUENAN

Paul Valéry (1871-1945), poeta francés generoso, nos heredó atractivos conceptos en su ‘Discurso de la Historia’:

“Recuerdo una pequeña escena que me refirió el pintor Degas. Me dijo que siendo un niño acompañó a su madre de visita a la señora Le Bas, viuda de un famoso asambleísta de la Revolución Francesa. Terminado el encuentro, la señora Degas se detuvo en seco, conmovida, y señaló los retratos de Robespierre, de Couthon y de Saint-Just, colgados en la pared; y con grito de horror manifestó, ¿cómo, todavía guarda aquí las caras de estos monstruos?”

“Cállate Célestine”, indicó la señora Le Bas, “ellos eran unos santos”.

Al valorar a esos sujetos de la historia, Valéry conceptualiza: “No entremos al futuro andando hacia atrás como los cangrejos… la historia, casi no nos permite prever, pero asociada a la independencia de espíritu puede ayudarnos a ver mejor. La historia enseña que nuestras querellas intestinas siempre nos han sido fatales”.

La Revolución Francesa, con sus “monstruos” y/o sus “santos”, ha tenido, de una u otra forma, vínculo con los tres grandes movimientos históricos de México: Independencia, Reforma y Revolución.

La Independencia como inicio de una nueva nación (al dejar de ser colonia de la Nueva España para configurar lo que hoy es Estados Unidos Mexicanos) está constituida por raíces fincadas en los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX.

En cada uno de esos siglos siempre hubo seres humanos, en la Nueva España, que intentaron su independencia de España, comenzando por Hernán Cortés y sus hijos, y concluyendo con Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero.

Empero, los más destacados personajes en ese largo proceso independentista fueron Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón, quienes reconocidos por un sentimiento nacional provocan que a septiembre se le llame el “mes patrio”, incluyendo en el calendario cívico sus días claves: 16 (grito de libertad) y 30 (nacimiento de Morelos).

Se agrega, con justicia, a ese mes, la gesta épica de los llamados Niños Héroes, quienes lucharon contra el ejército invasor de los Estados Unidos de América en el 1847, al robarle a México más de la mitad de su territorio.

Hidalgo y Morelos, líderes de hombres, maestros de la acción, formaron parte del pueblo; y, al encabezarlo, lo convirtieron en protagonista de la Historia.

A diferencia de nuestros héroes, el presidente Andrés Manuel López Obrador (quien pretende que sólo sus chicharrones truenen) toma al “pueblo” exclusivamente como una figura retórica, lo utiliza como paisaje de sus discursos, como un insulso pretexto, no lo admite como sujeto principal de la historia, pues el único actor estrella válido, para tamaño egoísta, es Amlo.

El Padre de la Patria y el Siervo de la Nación lucharon denodadamente (entre otros propósitos); primero, para que la colonia de la Nueva España se independizara de la Corona Española, y constituyera una nueva nación; segundo, para obtener la libertad de los seres humanos que habitaban en esa colonia, aboliendo la esclavitud; tercero, para que desaparecieran las castas, ya que todos los humanos (negros, mestizos, mulatos, criollos, blancos) son iguales; y, cuarto, para que se reintegraran enormes terrenos, en manos españolas, a las comunidades indígenas.

Agustín de Iturbide, los españoles y criollos, podían aceptar la independencia, pero no la abolición de la esclavitud ni la terminación de las castas ni la reintegración de tierras a los pueblos originales, por eso lucharon y vencieron militarmente a Hidalgo y a Morelos.

Y si el 27 de septiembre del 1821 Agustín de Iturbide, los españoles y criollos, junto con Vicente Guerrero y sus seguidores, levantaron el Acta de la Independencia, fue porque tanto la Constitución de Ballona, primero, y después la de Cádiz, (constituciones enviadas desde España para la Nueva España) introdujeron en sus preceptos los cuatro principales postulados de Hidalgo y de Morelos.

Con base en nuestra perspectiva histórica, veamos el futuro de frente como gente responsable, y no de espaldas, como los cangrejos de Valéry.

Y al no poder prever completamente el futuro, con espíritu libre, y no dogmático, decidamos por el mejor porvenir, al no permitirle, a nadie, que genere querellas intestinas entre mexicanos.

Pero tampoco descargar odios personales utilizando el poder. Es posible que Ricardo Anaya haya cometido ilícitos cuando tenía poder; pero ahora quien tiene el poder es López Obrador, y como presidente le dice: “No huyas, no te ampares; no afecta ir a la cárcel cuando uno es inocente”.

Otro desatino presidencial, en vísperas del mes patrio.

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