Silvano Aureoles como político es muy inteligente, así lo demostró la semana pasada cuando después de manifestar su intención de participar por la nominación del PRD a la presidencia de la republica y recibir las críticas por parte de diferentes sectores de la sociedad y de su propio partido; lanzó una campaña en los medios de comunicación para precisar su posición que consiste primeramente en seleccionar al candidato a la presidencia por parte del PRD y después elaborar una agenda para la nación y poder buscar coincidencias con otras fuerzas políticas donde no estaría Morena.
Este cambio o precisión de estrategia tiene varios aspectos a analizar y es complementaria a los diversos pronunciamientos por otros actores políticos y analistas en el sentido del agotamiento del sistema político.
La posición del mandatario michoacano es una manifestación de la crisis política para enfrentar la elección del 2018 donde ninguna fuerza política tendrá la mayoría y a lo mucho tan solo ganara la presidencia con un 30 por ciento de la votación emitida y con la probabilidad de tener un congreso de oposición.
Es por ello, que diversos analistas y político proponen la segunda vuelta para poder lograr la legitimidad necesaria y poder gobernar el país; adicionalmente se puede avanzar en las coaliciones dentro de los partidos para formar gobierno con un conjunto de variaciones entre las cuales puede formarse un gabinete de coalición conforme al acuerdo al que se pueda llegar por parte de las fuerzas políticas que no necesariamente pueden ser únicamente partidos políticos si no también agrupaciones de la sociedad civil que apoyen a un candidato y una plataforma electoral de gobierno.
Así de esta manera la propuesta de Aureoles es interesante, pero no suficiente porque no contiene otras figuras de democracia participativa como la revocación de mandato o referéndum, ni el voto de censura para el gobierno o el paso de un régimen presidencialista a uno parlamentario.
De esta forma, sí el sistema político mexicano está en una profunda crisis y la clase política que enfrenta al repudio popular o de la mayoría ciudadana y si también se quiere recuperar la gobernabilidad del país es necesario abrir nuevos espacios democráticos a la participación política de los ciudadanos.
Es pocas palabras se necesita por lo menos una reforma política de fondo y no solo electoral, además de desmontar los cacicazgos en las entidades federativas.
También se necesita una nueva arquitectura institucional en el sistema electoral que contenga por ejemplo la eliminación del financiamiento público para los partidos políticos en termino de dinero y todas las prerrogativas sean en especie, además del registro a todos los partidos que los soliciten sin ningún condicionamiento.
También es necesario poner un tope a los salarios de los diputados, senadores, gobernadores y del propio presidente que no sobrepase los diez salarios profesionales que se ganan en el país.
El nuevo acuerdo nacional para un gobierno de coalición debe reducir al máximo el gasto corriente, de igual manera el problema el combate a la corrupción debe de estar orientado a la trasparencia y la rendición de cuentas, además de una reforma judicial en términos de castigo a todos los servidores públicos imputados por delitos de corrupción.
La propuesta Silvanista es interesante pero insuficiente para transformar la actual situación económica y política del país y hasta ahora ninguno de los aspirantes incluyendo a López Obrador va más allá de los cambios cosméticos.
Dentro de todo esto faltaría la agenda económica y financiera que tiene que ver con la distribución del ingreso nacional y el combate a la desigualdad social. Es por ello que la propuesta del mandatario michoacano en sus aspiraciones presidenciales se queda corta y como ya se dijo es insuficiente a pesar del apoyo de las cúpulas empresariales. El pueblo ya no aguanta más.