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martes, noviembre 26, 2024

REVOLUCIÓN DE LAS CONCIENCIAS

PROHIBIDO PROHIBIR

 

Marco A AguilarPresume el presidente Andrés Manuel López Obrador como su máximo logro durante sus tres años de mandato, “la revolución de las conciencias”; jactancia retórica y de una vaguedad socarrona.

Pero, ¿en qué consiste “la revolución de la conciencia?, ésa que, según aseguró el exaltado presidente,” no tiene marcha atrás”, aunque tampoco se le ve marchar para adelante.           

De cuáles y de cuántas conciencias habla, y a qué revolución se refiere.

Parece no entender que no es lo mismo la revolución de la conciencia, que la conciencia de la revolución.

Al respecto, Carlos Marx escribió: “No es la conciencia de los hombres la que determina su existencia; sino a la inversa, su ser social determina su conciencia.”

Es decir, un autócrata nunca será el motor de la historia; ni es la conciencia que revoluciona a las otras conciencias. Hitler no hizo a la Alemania nazi; la Alemania nazi generó a su Hitler, y luego se retroalimentaron tóxicamente.

¿A qué conciencias ha revolucionado, o desea revolucionar, el presidente López Obrador?, suponiendo, sin conceder, que lo pudiese lograr. ¿A la conciencia de los dueños de los medios de producción de México?, tan aliada y/o vinculada con capitales internacionales.

Si a conciencias de “ricos” se refiere, valdría la pena que recordara a personajes como Jesucristo, que vinieron al mundo a predicar la humildad a los poderosos, sin lograr su propósito a cabalidad.

¿A quien desea revolucionarle su conciencia es a la clase media?; si así fuese, los integrantes de esta clase se oponen a regresar a la pobreza, y aspiran, como fuerza socioeconómica real, a acrecentar sus ingresos y su patrimonio.

Si el plan es revolucionar la conciencia de los pobres, haciéndolos más pobres, al sumar a su pobreza la conciencia de su pobreza, entonces ha decidido tomar las vías del marxismo.

Pero un presidente, en cuanto presidente, no puede tomar ese camino, ya que, él, representa al poder político económico social, en contra del cual, el revolucionario marxista lucharía.

Y… ¿si el presidente diera un golpe de Estado? Éste jamás podría ser revolucionario.

Pero, además, ¿en qué consiste la revolución que quiere implantar? Andrés Manuel no ha sabido decirlo.

Una revolución no se hace repitiendo cientos de veces, a lo guasón: “nuestros enemigos son los malos, y los malos son los conservadores y los neoliberales”, cuando el presidente tiene una familia, un gabinete, un partido político, lleno de conservadores y neoliberales.

Las revoluciones no se generan machacando verbalmente cientos de ocasiones: “acabaré con la corrupción”, cuando tiene miles de corruptos a su derredor que gozan de las delicias de la impunidad.

Los jóvenes franceses en el París del 1968 se vieron, y se oyeron, ágiles, frescos y certeros, con frases llamativas, entre otras: “prohibido prohibir”, avisando, con ello, que no aceptaban el mundo de prohibiciones que les rodeaba, y que juvenilmente iban a construir los caminos de su libertad.

Ese eslogan, cuando la realidad cambia, ya no resiste análisis lógicos. Envejeció, pasó de moda, y quien ahora lo usa, debe tener el cuidado de no verse como un charlatán que saca a la luz una frase oxidada.

“Prohibido prohibir”, ¿significa qué está prohibido prohibir que no se asesine?, ¿qué está prohibido prohibir que no se robe?, ¿qué está prohibido prohibir que no se viole?

La libertad no se da en el anarquismo, germina siempre en un orden.

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