La frivolidad con la que se trató en Palacio Nacional el tema de la nueva masacre ocurrida Michoacán-ahora le tocó a la comunidad de Las Tinajas, municipio de Zinapécuaro-demuestra que desde las esferas más altas del poder en México, no hay la preocupación, vaya, ni el más mínimo signo de pesar ante el asesinato de 20 personas ocurrido en un Palenque.
La justificación diaria consiste en insistir que la violencia es provocada por la lucha entre bandas rivales, situación que en ocasiones es real pero desgraciadamente siempre existen daños colaterales, es decir la muerte de civiles y hasta de niños inocentes.
Desde su púlpito mañanero, López Obrador le dedicó poco más de un 60 segundos al tema de la masacre y eso ante la insistencia de los reporteros porque por él, ni siquiera lo hubiera abordado, fue más importante hablar de las pifias del Avión Presidencial o de la revocación de mandato.
Con esa actitud de desgano atiende el Presidente de México el problema más grave que enfrenta el país, que por cierto, se ha incrementado por la ridícula política de “abrazos y no balazos”, que más hace suponer la existencia de complicidades con los grupos criminales, que acciones contundentes contra la delincuencia.
Mientras en Michoacán, el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla lamentó los hechos ocurridos y afirmó que su gobierno “no está sometido a ningún grupo delictivo y que por el contrario se ha roto de tajo cualquier vínculo con delincuentes”.
Si se ha roto de tajo cualquier vínculo con la delincuencia, como dijo, quiere decir que antes ese vínculo existía por lo que sería muy sano, que el propio mandatario explicara lo que quiso decir en su mensaje ya que en sus palabras existe una acusación tan grave como los mismos asesinatos.
Aseguró que Michoacán no está sometido a ningún grupo delictivo, ni ningún grupo social, y que no hay acuerdo oscuro con ninguna asociación delictuosa, sino que al contrario se está enfrentado a todos los grupos que tienen presencia en Michoacán.
Por desgracia, la forma en que los están enfrentando no ha dado resultado, ni con la presencia de más efectivos de la Guardia Nacional, la Marina o el Ejército Mexicano, por el contrario, se han acentuado.
Lo que falla es la política nacional contra la inseguridad y la violencia, porque es pura simulación, la inseguridad no se combate con ruedas de prensa, comunicados, firmas de convenios y discursos llenos de buenas intenciones.
La realidad es que no existe una coordinación efectiva entre corporaciones, no hay trabajo de inteligencia, ni capacitación para los elementos, ni armamento adecuado, ni equipo de alta tecnología, ni atención a la prevención del delito y lo peor, menos la voluntad política de enfrentar a los grupos criminales, porque está claro que para estos señores de la trasformación de cuarta, esa opción no aplica.