Resulta cierto que la violencia se ha incremento en todo el mundo a raíz del confinamiento y todas las limitantes que sufrimos con la pandemia de Covid-19, sea ese el motivo o no, los cierto es que el ser humano está experimentando cambios de conducta que de no ser atendidos por los gobiernos respectivos, el futuro no se vislumbra prometedor.
Más de 1,3 millones de personas mueren en el mundo cada año a causa de la violencia, según un informe conjunto de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (UNDP) y la Oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el delito publicado este miércoles, en Ginebra.
Lo anterior viene al caso, porque existen países que enfrentan a la delincuencia y al crimen organizado de diferentes maneras. Ya ve que aquí en México la estrategia del gobierno es combatirlos con “abrazos”.
Actualmente hay un país que está llamando poderosamente la atención por la forma decidida y poco ortodoxa de combatirla, además existe en compromiso de disminuirla al máximo, a cualquier precio; se trata de El Salvador.
El Salvador se encuentra sumergido en la violencia provocada por los Maras y grupos del narcotráfico internacional desde 1992 cuando terminó su guerra civil.
La temida pandilla de la Mara Salvatrucha, la cual es considerada como una organización criminal transnacional por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, es responsable de la mayoría de las muertes violentas en el Salvador.
Por ello, al asumir la presidencia salvadoreña en 2019, el joven presidente Nayib Bukele se comprometió a combatirla sin cuartel. Y eso está haciendo.
En las últimas semanas, el presidente salvadoreño ha asestado duros golpes a las pandillas de los Maras, deteniendo en menos de una semana a más de tres mil pandilleros. La reclusión en cárceles hacinadas en condiciones inhumanas bajo estrictas medidas de seguridad le ha dado la vuelta al mundo a través de las redes sociales, presentando a Maras casi desnudos, descalzos y con claros signos de desnutrición.
En su guerra total contra los delincuentes, este domingo Bukele declaró el estado de excepción en el país, que implica la restricción de libertades civiles y amplia los poderes de los cuerpos de seguridad en el control del orden público.
Lo anterior luego de una ola de violencia que dejó 87 muertos el fin de semana. El gobierno atribuyó los asesinatos a las pandillas Mara Salvatrucha.
El mandatario, quien ha sido un crítico de la política de los abrazos dio un paso adelante y en un acto sin precedentes en la historia de la posguerra en El Salvador, autorizó a los efectivos policiales y militares recurrir a la fuerza letal para intentar contener el acelerado aumento de la violencia criminal de las maras o pandillas con un alza de los homicidios y en un tenso escenario sociopolítico por la crisis sanitaria por la pandemia del Covid-19.
Al presidente Nayib Bukele, no le han importado las críticas de organismos internacionales defensores de los derechos humanos, de los grupos opositores a su gobierno ni de las opiniones de otros Jefes de Estado.
Y aunque no lo crea, la mayoría de la sociedad salvadoreña lo apoya y aplauden sus medidas, aunque muchas de ellas son violatorias a derechos fundamentales a la gente le queda claro que para pacificar a su país y disminuir la violencia se deben sacrificar algunas de sus libertades ciudadanas.
No hay duda que en este Mundo loco, mientras unos tratan a los delincuentes a madrazos, otros los tratan con abrazos.