SU SERVIDUMBRE ES SU GRANDEZA
En nuestro país, el Día del Abogado se instituyó por decreto presidencial el 12 de julio del 1960.
Así lo dispuso el presidente Adolfo López Mateos, y encargó de su organización al Abogado Federico Bracamontes, por aquel entonces director del Diario de México.
En Jalisco, en el paraninfo de la Universidad de Guadalajara, este año 2022, a las 12:30 horas del 12 de julio, se llevará a cabo la sexagésima segunda ceremonia nacional, dedicada a quienes con servidumbre generan la grandeza de esta noble profesión.
Cuatro abogados michoacanos serán reconocidos en ese acto: la juez Martha Nereyda Murillo Orozco, en la delicada área de la judicatura, profesionista capaz, trabajadora y honorable; la maestra Karla Barragán Díaz, en la importante área académica, destacando su calificada labor profesional, atingente y puntual, en la Facultad de Derecho de la UMSNH; el Abogado Fabián Pérez Maldonado, en el área de la postulancia, siendo sobresaliente en el pleno ejercicio de su profesionalismo y talento; Teodoro Barajas Rodríguez, quien con maestría e inteligencia ha sido relevante en la administración de la cultura, en diferentes niveles gubernativos.
Entre tantas malas noticias que parecen ahogar a nuestra nación y a nuestra entidad federativa, ésta es una estimulante información que nos reconforta.
El bien merecido reconocimiento a los cuatro compañeros michoacanos, nacionalmente, debe ir acompañado de nuestros parabienes, pues ellos representan apropiadamente al actual foro de abogados de nuestra entidad federativa.
Hubo tiempos, de los cuales nos platica el decano del Colegio de Abogados de Madrid, Ángel Ossorio (1873-1946), en su libro El alma de la toga, que había críticas injustas, cuando un Abogado recibía justos honores profesionales; a ellos les recomendaba: “debajo de la toga hay que llevar coraza”.
Por fortuna, esas épocas y malas costumbres han quedado superadas, la luz del entendimiento y la generosidad profesional rigen, hoy por hoy, el pensar, expresar y hacer, de los Abogados de este siglo XXI, centuria que transcurre tan azarosa, pero tan llena de esperanza.
Recordemos que no hay crepúsculos, a los que el tiempo haya dejado sin auroras.
“Cosmos” es un hermoso concepto. Su origen griego significa orden. Sin orden habría caos y, en estas perturbaciones extremas, no hay lugar al humanismo ni a la libertad ni a la democracia, ni a la igualdad ni menos a la justicia.
Los seres humanos de frente a todo el cosmos (en nuestra finitud significada o insignificante) somos producto de ese orden, y formamos parte de él.
Los primeros homínidos, nuestros más remotos antepasados, acecharon el ordenado desarrollo de la vida vegetal, el concierto en el comportamiento de los animales, y la armoniosa caminata de los astros en el cielo.
Por instinto, primero, y después con primitivismo reflexivo, el homo sapiens imitó, con variadas ventajas sucesivas ese orden natural.
Esa es la profunda raíz de lo que más tarde (desde el siglo X antes de nuestra era) los griegos llamaron “nomos”; o sea, las normas o las leyes que dirigen la conducta de mujeres y hombres.
Con el paso de la experiencia, el Abogado actual debe de tomar de sus raíces su desarrollo futuro. Sin servidumbre humanista no habrá grandeza humana posible.