En un espíritu corrompido no cabe el honor
Tácito (55-115) Historiador romano
El Congreso del Estado encontró elementos suficientes y de peso como para inhabilitar a Juan Carlos Campos por dos años para toda actividad del servicio público. Pero la pregunta obligada es: ¿y eso es todo?
Campos fue denunciado por presuntamente malversar alrededor de setenta millones de pesos cuando fue alcalde de Zitácuaro, en el trienio anterior. Él, por supuesto, asegura que no incurrió en ese delito, pero los diputados encontraron elementos probatorios que avalan dicha denuncia y procedieron a inhabilitarlo dos años, pero no le fijaron ninguna otra sanción. Así, la inhabilitación se vuelve de risa loca.
Fue la clásica salida política, salida fácil de los diputados: aplicar una sanción irrisoria y hacer como que ordenan a la Auditoría Superior de Michoacán que hurgue más a fondo en el manejo presupuestario de Campos cuando fue alcalde. Al final de cuentas, doble contra sencillo a que no pasará a mayores, y todo se reducirá a esos dos años de inhabilitación, pero de sanciones penales o de exigirle que devuelva el dinero desviado, nada, no habrá nada.
Eso vuelve la decisión del Congreso en un aliciente a la impunidad, en un incentivo a la corrupción, porque alimenta el cálculo perverso de casi todos los políticos: robo equis cantidad, luego, en el peor de los casos, me sancionan con una inhabilitación de unos pocos años, pero mi dinero me lo dejan intacto, desde luego jamás iré a la cárcel, pues es buen negocio.
Y sí, claro que es buen negocio robar para los políticos porque, además, lo que le sucedió a Campos es una excepción, fue mala suerte para él, toda vez que al 99 por ciento de los servidores públicos que se la juegan a malversar recursos, ni siquiera les llega a tocar una inhabilitación.
La “sanción” legislativa a Campos no puede festinarse como una medida de combate a la corrupción. Todo lo contrario, es una señal de impunidad, de tolerancia al desvío de recursos, de cobertura a los delitos en el servicio público. Dicha sanción sólo merece un calificativo: patética.
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