En casi todos los hombres está presente la corrupción: sólo es una cuestión de cantidades
Carlo Dossi (1849-1910) Escritor italiano
No es para generar un escándalo, pero sí para redoblar la vigilancia en torno a la calidad y medidas de seguridad con que se realiza la obra.
Soy un convencido de que la conexión entre la zona de Altozano y la avenida Camelinas es imprescindible, pero también entiendo la posición de quienes se oponen a la obra, por el riesgo que implica la falla geológica de la Loma de Santa María.
Supongo que existe la tecnología suficiente para realizar una obra reduciendo al mínimo esos riesgos. El problema es que estamos en México, donde lo que impera es la corrupción, es el “ahí se va”, es el moche al funcionario sin importar que se empleen técnicas e insumos de ínfima calidad, con tal de que la utilidad sea mayor.
Como se sabe, a final de cuentas la Secretaría de Comunicaciones y Transportes se decantó por la construcción de dos túneles que unirán en cosa de unos cuantos minutos a Altozano con Camelinas.
Empero, la tragedia en el Paso Express de Cuernavaca volvió a encender las alarmas en muchas obras carreteras, porque claramente fue producto de un acto de corrupción de la empresa Adelsa-Epccor, firma española. Y resulta que si bien no es ella la que directamente construye los túneles en Morelia, sí lo hace una de sus filiales mexicanas, de nombre Proacom.
El socavón en Cuernavaca no significa que en automático todas las obras de la constructora española o de sus filiales, vayan a correr la misma suerte, pero sí obliga a subrayar la cautela, la vigilancia, a ponerle lupa a la obra de los túneles.
¿La obra se necesita?, sí; ¿hay la tecnología para garantizar que no sea riesgosa?, sí. ¿Y entonces cuál es el problema?, pues nada, que esto es México, que la SCT se caracteriza por su ineficiencia, por la corrupción que permite en las obras que licita, y eso vuelven a éstas de alto riesgo.
La SCT no es confiable para “supervisar” la forma en que se construyen los túneles. Su histórica corrupción la vuelve inviable para esa delicada tarea. Eso obliga al gobierno de Silvano Aureoles y aún al de Alfonso Martínez, a unir esfuerzos y contratar por su cuenta a expertos en ese tipo de supervisiones. Ni Aureoles ni Martínez pueden confiarse en la SCT –Cuernavaca así lo demostró-, y por tanto están obligados a hacer lo necesario para garantizar que la obra no sea una bomba de tiempo para los morelianos. Y aquí sí, no importa lo que cueste. Nuestra seguridad es primero y más importante.