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miércoles, diciembre 4, 2024

INFLACIÓN Y RECESIÓN, ¿CÓMO AFECTA AL TURISMO?

Juan Tello

La recuperación del turismo no ha tropezado con la inflación, pero los pronósticos de recesión económica prometen poner a prueba la resiliencia del sector.

Los malos de la película sobre la recuperación del turismo ya aparecieron en escena: inflación y pronósticos de recesión global. La pregunta de todos es si los villanos terminarán envenenando la reactivación de los viajes y sus empresas o si acaso el filme tendrá un final feliz para el sector.

Antes de analizar los posibles desenlaces de la película, repasemos brevemente el giro inesperado en el guion que ha dejado el fin de la pandemia. Los niveles de inflación en las economías más desarrolladas alcanzaron niveles inéditos para las últimas cuatro décadas. En Estados Unidos el incremento anualizado del costo de vida está en el 8,5%, un dato que solo se equipara a los de los primeros años de la década del ’80 del siglo pasado con Ronald Reagan. En la zona euro llega al 9.1%, con picos por encima del 10% en economías como las del Reino Unido, España, Grecia y Países Bajos. En Latinoamérica el panorama no es diferente. Países como Argentina, donde la inflación es un problema de arrastre, el índice anualizado es del 71%; pero en otros, menos acostumbrados a este problema, también la subida anualizada de precios está en niveles preocupantes en torno a los dos dígitos: Chile 14.1%; Colombia 10.84%; Brasil 10.07%; y México 8.7%.

Entre los economistas ya no se debate si habrá una desaceleración económica, sino cuál será su profundidad y cuánto durará. De hecho, en 2022, ya son pocas las economías importantes que aún no han registrado una recesión técnica, definida como dos trimestres consecutivos de caída del PIB.

Respecto a la inflación, se pueden asegurar dos cosas: nada interrumpió las vacaciones, ni siquiera la inflación, que sí, efectivamente, se trasladó al turismo. Veámoslo un poco más en detalle. Claramente la amenaza inflacionaria no logró ralentizar la recuperación de la industria de viajes. Tomando los últimos datos de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) de julio pasado (coincidente con el verano en el hemisferio norte) vemos que el tráfico internacional (medido en pasajeros-kilómetro transportados) creció un 150.6% interanual, situándose ya en un 67.9% respecto a 2019.

El incremento de los precios del combustible, la escasez de mano de obra y las presiones inflacionarias en los costos de las materias primas están detrás de las alzas. Los viajeros de negocios verán en el año incrementos de las tarifas aéreas de al menos el 48,5%, del 18,5% en hoteles. Y en 2023 se espera que las alzas se mantengan en torno al 8% anual en promedio. Otra fuente interesante es el Índice de Precios de Viaje de la US Travel Association, que en julio midió una inflación anualizada del 11.5% (+18% respecto a 2019), con las tarifas aéreas un 28% por encima de las de julio de 2021 y un 16% superiores a las de 2019. En definitiva, aun la demanda de turismo no ha acusado impacto de la evidente escalada inflacionaria. Incluso, en el corto plazo (hasta fin de año), no se espera que el ritmo de la recuperación amaine. Las explicaciones para este fenómeno son dos. Por un lado, todavía se está purgando la demanda acumulada tras dos años de pandemia, donde domina el deseo de revancha por encima del prever recortes de gastos. Por el otro, durante los encierros del Covid muchos consumidores pudieron acumular un stock de ahorros que se expresó este 2022 en la alta inversión en viajes.

En el abanico de problemas que está generando el alza de costos en las empresas turísticas, los problemas para recomponer las plantillas de trabajadores no son menores. Durante los cierres forzados por la pandemia, muchos trabajadores de turismo migraron hacia otros sectores. El problema es que hoy está costando mucho volver a ocuparlos con personal capacitado. El tema no es menor, ya que a la inflación las empresas deben sumarle el costo de más y mejores paquetes de compensación para completar sus plantillas de cara a la reactivación que avanza sin freno.

La pregunta final que cabe hacerse es si la resiliencia del sector turístico también podrá contra una combinación de inflación (más moderada, pero continua) y recesión económica. Por ahora, los viajes son un gasto esencial después de dos años de encierro y no hay ningún dato que muestre una desaceleración.

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