La política seca a flote lo peor del ser humano
Mario Vargas Llosa (1936-?) Escritor peruano
Vuelven las extorsiones y el cobro de piso a Michoacán, advierten periodistas y políticos, incluso empresarios de diferentes giros, luego de los actos terroristas del fin de semana pasado en antros de Altozano.
Empero, es discutible que sea válido alertar que esos flagelos estén “de regreso”, porque ello implica que por un tiempo se fueron. En realidad, no es así, las extorsiones jamás han dejado de aplicarse en la entidad.
El fenómeno comenzó a presentarse casi a la par del siglo y bajo diferentes modalidades pero desde entonces no deja de tener presencia. Por más de veinte años ha sido la constante en la vida cotidiana de los michoacanos.
Ha tenido altibajos, ha variado de métodos, se ha modificado su orientación y los sectores víctimas del ilícito se han ido reubicando, pero el fenómeno como tal se enquistó hace dos décadas y nuca ha dejado de aplicarse, para desgracia de los michoacanos.
Se ha llegado al grado de que empresas o negocios ya no tienen que pagar derecho de piso a un grupo delincuencial, sino a dos o hasta tres simultáneamente.
Eso sí, la constante estas dos décadas ha sido la impunidad, bien por ineficacia de las autoridades, o bien por su colusión con el crimen organizado.
Bajo ese contexto, es una falacia hablar del “regreso” de las extorsiones, si siempre han estado presentes. En mucho, la percepción de que los últimos años no se había presentado, es debido a esa “paz” que genera el sometimiento de los sectores productivos a la criminalidad: mientras todos pagan cuota, todo está “en paz”, esa esclavitud se normaliza y hasta es aceptada por muchas víctimas como algo irremediable.
Pero cuando algo trastoca esa relación perversa, se presentan eventos estridentes, como el incendio de los antros de Altozano, y alguien supone que las extorsiones están de vuelta.
Nunca se fueron y, por lo que se ve, no se irán en un buen tiempo. Las cosas, como son.
Y a la pesadilla ya solo le faltan 564 días.
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