Para muchos analistas la inseguridad es el principal problema de nuestro país, la cual ha dejado un saldo cruento por la alta mortalidad y la zozobra que se apodera de mucha gente en los diversos territorios de la geografía mexicana. Es un asunto que demanda su abordaje por todas las autoridades de los diferentes niveles para poder apaciguar al país y perfilar una cultura de paz.
La exigencia de justicia es natural, se trata de un asunto imperativo, la paz es necesaria, digamos imprescindible si se pretende una auténtica gobernabilidad.
En la agenda política el tema electoral acapara la atención, vienen las elecciones en Coahuila y el Estado de México, el próximo año será la contienda por la presidencia. El problema de la inseguridad no es una cuestión partidista, se trata de una situación estructural y quienes buscarán la presidencia debieran en su momento plantear cuáles serían sus políticas públicas que combatan frontalmente la violencia que es un auténtico lastre.
La extorsión se ha incrementado cotidianamente, se han registrado muchos videos al respecto, los grupos del crimen organizado no dejan de marcar a ritmo de balas la dimensión de sus alcances en el permanente desafío a los poderes legalmente constituidos. En fin, la problemática es latente.
El mapa político electoral se ha modificado significativamente desde 1997, la alternancia llegó para quedarse, en otros momentos se podía saber sin que se fuese profeta cuál sería el resultado electoral, fueron los tiempos de la presidencia imperial con partido hegemónico y mandatarios que actuaban como emperadores al no tener contrapesos y el Poder Legislativo y Judicial se subordinaban sin resistencia alguna. Se trataba de una monarquía con ropaje republicano, simulación.
La credibilidad resulta escasa en las instituciones que se encargan de la procuración y administración de la justicia, son muchos los agravios y impunidad que este asunto se explica por sí solo.
Si los griegos antiguos al hacer política partiendo de la filosofía clásica planteaban como la causa última el bien común, es decir lograr la felicidad, actualmente se le asocia con el conflicto que retrata la condición humana, la realidad así lo expresa. Prevalecen las tesis maquiavélicas
La barbarie está desatada, hablamos de actos consumados no de especulaciones, tenemos una realidad complicada que aflora en la vida diaria, a ello habría que agregar los estragos que provocó la pandemia motivada por el coronavirus, entonces los problemas se multiplicaron para generar un ambiente marcado por la incertidumbre.
Para algunos políticos y políticas lo importante es cómo se posicionan en las encuestas, el futurismo les estresa, les predispone, aunque los problemas reales y latentes exigen la atención seria como oportuna de las dificultades de diversa índole para las y los aspirantes a cargos de elección popular eso es secundario.
La cultura puede representar una opción si se diseñan políticas públicas que potencien el arte en la recuperación de espacios públicos, aunque ello no ha sido prioridad para las administraciones gubernamentales, los debates públicos suelen estar cargados de frivolidad. Abordar el problema de la inseguridad es un asunto impostergable.