La forma que en política ha representado la más alta voluntad de convivencia es la democracia liberal
José Ortega y Gasset (1883-1955) Filósofo español
Que los policías municipales de Charapan, en el corazón de la meseta purépecha, hayan decidido no solo renunciar sino literalmente huir de su población, acosados por el crimen organizado, no es, desafortunadamente, un hecho aislado, sino un fenómeno generalizado en Michoacán.
Y no es en absoluto criticable la decisión de los policías charapenses. Es por entero justificada: tan fácil como que si no renuncian y huyen, lo más probable es que en estos momentos estuvieran muertos. Esa es la trágica realidad que tienen que enfrentar la inmensa mayoría de los policías municipales.
Lo alarmante es que se trata de un municipio de la meseta purépecha, que hasta hace poco parecía de las pocas zonas si no exentas de la presión y el amago de la criminalidad, sí de las menos carcomidas en ese sentido. Tierra Caliente, el oriente, la costa y el Bajío, son las regiones del estado donde desde hace al menos veinte años el fenómeno del empoderamiento del crimen organizado se ha agudizado de manera más acentuada. Pero la meseta nunca había alcanzado esos mismos niveles. Hoy queda claro que padece la misma desgracia de todo el estado.
De hecho, el alcalde de Charapan no vive en el municipio. Tiene que “trabajar” a larga distancia, para reducir el riesgo de ser víctima de la criminalidad, aunque eso obviamente impide una marcha “normal” de la operatividad de un ayuntamiento. Pero es que hoy nada opera con normalidad en casi ningún municipio.
Sin policías muchos de ellos, porque como los de Charapan tienen que huir para poner a salvo sus vidas, y con alcaldes y regidores ni siquiera viviendo en sus poblaciones, los municipios michoacanos son un caos en lo administrativo, una ruina en los servicios gubernamentales y un peligro para sus moradores. Representan la ingobernabilidad en su más amplio sentido. Son la evidencia de lo que significa un estado fallido.
La inmensa mayoría de los alcaldes responden o reciben órdenes de los jefes locales de la criminalidad, no se diga los cuerpos policiacos y sus mandos. Los delincuentes dictan normas para la vida cotidiana en esos lugares, en lo productivo, lo comercial, la actividad agropecuaria, el quehacer gubernamental. Horarios de operaciones de negocios y hasta de escuelas y centros de salud, determinan los cárteles.
Los alcaldes michoacanos, al menos nueve de cada diez, son auténticos títeres. Mientras nada o nadie salga de control, el municipio envía una señal de paz, de paz narca, una paz obligada e impuesta con hierro por la criminalidad. Solo cuando salta algún evento fuera de control, como la renuncia de los policías en el caso de Charapan, es que volvemos a acordarnos del infierno que son hoy casi todos los municipios michoacanos.
Es Charapan el emblema de la triste y terrorífica realidad de los municipios michoacanos.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 519 días. twitter@jaimelopezmtz>