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martes, noviembre 26, 2024

LA CORTE, EN LA MIRA DE AMLO

Ser bueno es fácil; lo difícil es ser justo.

Víctor Hugo (1802-1885) Dramaturgo francés

 

jaimelopezEn absoluto es descabellado suponer que Andrés Manuel López Obrador está preparando el camino para desaparecer la Suprema Corte de Justicia de la Nación, como advierten algunos críticos.

Cuando ordena a sus lacayos de las cámaras de diputados y de senadores aprobar leyes claramente violatorias de la Constitución o violando intencionalmente los procesos legislativos, no es ni por desconocimiento del marco legal ni por simple acto de autoridad para medir fuerzas. Me parece que a estas alturas ya no debe haber muchas dudas de que ello lleva un dolo y un siniestro plan: sembrar la tierra para justificar un golpe de estado fáctico, decretando el cierre del Poder Judicial Federal.

Baste ver lo sucedido este lunes, cuando la Corte decretó la anulación del Plan B; es evidente que López Obrador sabía que era ilegal pero por eso mismo lo ordenó a sus legisladores. La anulación generó una previsible y fúrica andanada en redes sociales y medios “amigos” en contra de la Corte, acusándola de ser un obstáculo para la transformación, lo que sea que eso signifique, un nido de corruptos abogados identificados con el conservadurismo y un Poder que impide la consolidación de la 4T. Aprobar algo a favor del presidente, no le sirve a éste. Por eso envía solo sandeces legislativas, porque a cada rechazo él sale fortalecido en su narrativa de la corrupción judicial.

Mis adversarios son los adversarios del pueblo, diría.

Pero esa maquiavélica estrategia no lleva por fin sólo la embestida de las huestes cuatroteístas contra la Corte. Eso es solo un medio. El fin último bien podría ser una decisión abiertamente dictatorial: que por decreto López Obrador desaparezca la Corte y ordene al Poder Legislativo la designación de otros once ministros, obviamente serviles a él, tipo Loreta Ortiz y Yazmin Esquivel. El pretexto: como está hoy, la Corte es un obstáculo para la consolidación de la Cuarta Transformación y en la lógica de los dictadores, el fin justifica los medios.

Lo que haya que quitar del camino, se quitará, a sangre y fuego si es preciso. Sería la última piedra en el zapato del presidente.

Cada dictador populista de Latinoamérica ha traído en su sangre esa tentación, algunos la han intentado materializar, otros se han quedado con las ganas. Como buen dictador en potencia, López Obrador lo intentará, sin duda. Si no, al tiempo.

Y a la pesadilla ya solo le quedan 513 días.

twitter@jaimelopezmtz

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