La democracia es el peor de los regímenes, excluidos todos los demás
Winston Churchill (1874-1965) Primer Ministro británico
A contra corriente de muchas voces, me parece que Carlos Torres Piña fue, hasta hace digamos un par de meses, un eficiente secretario de Gobierno en la administración bedollista. Tampoco nada como para escribir a casa, pero en general su labor como número dos del gobierno puede calificarse de aceptable.
Está claro que lo suyo, lo suyo, no es el servicio público, sino las tareas de operación política, y en estas últimas es donde mejores cuentas le puede entregar al gobernador Ramírez Bedolla. Las tareas gubernamentales nunca las había desarrollado prácticamente en ningún momento de su vida política, y eso le cobró factura en estos dos primeros años, pero también es evidente que hizo un esfuerzo por resarcir esa falta de tablas, y podría decirse que en general no entrega malos resultados.
Pero como no hay plazo que no se cumpla, es notorio que Torres Piña está viviendo horas extras en el gobierno de Bedolla. El compromiso entre ambos fue que se hiciera cargo de la Secretaría de Gobierno la recta inicial de la administración, y en el momento indicado buscar la candidatura al Senado por Morena. El momento ya llegó.
Cierto, falta mucho para las elecciones y Torres Piña no está siquiera próximo a renunciar obligadamente para contender por esa posición. Pero por ética y congruencia, debiera ya dar un paso de costado. Desde hace dos o tres meses es evidente que la dualidad de funciones, como secretario y como aspirante al Senado, le está comiendo. Las obligaciones al frente de Segob comienzan a rezagarse porque su búsqueda por la candidatura al Senado le absorbe cada vez más tiempo.
Torres Piña no era siquiera cercano a Bedolla. Éste lo invitó a Segob como una maniobra de acercamiento con corrientes perredistas-morenistas, ante lo imprevisto de su llegada al gobierno. Hoy, el oriundo de Paracho debe corresponder al gesto de Bedolla y no dilatar más su salida del gobierno. Se matarían dos pájaros de un tiro: él tendría tiempo completo para dedicarse al cien a consolidar su proyecto electoral, y Bedolla tendría otra vez un número dos abocado por entero, sin distracción alguna, a las tareas de la gobernabilidad, que hoy parecen de nuevo ponerse en la cuerda floja.
Está claro que dar un paso de costado es ganar-ganar para los dos, Torres Piña y Bedolla. Veremos si opera la sensatez.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 475 días.
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