Si le mientes al gobierno, es un crimen; si el gobierno te miente, es política
Bill Murray (1950-?) Actor norteamericano
La nota no es que Claudia Sheinbaum haya ganado la batería de encuestas que contrató Morena para definir a quien le represente en la elección presidencial, sino la rebeldía de Marcelo Ebrard, que echó a perder el ungimiento de la ex jefa de gobierno capitalino.
En efecto, el triunfo de Sheinbaum se fraguó no en estos dos meses de precampaña, sino en cinco años, desde el inicio del gobierno de López Obrador. Las encuestas que le dan el triunfo son reales, auténticas, pero eran fácilmente previsibles, porque son producto de usar cinco años sin limitación alguna presupuestos públicos y tener acceso también ilimitado a una protección presidencial hasta la ignominia. Esos factores fueron los ilícitos e irregularidades, no el levantamiento de cinco encuestas. Morena y López Obrador no tenían necesidad de “cucharearlas”, porque era imposible que con todo el aparato de poder a su servicio durante cinco años, ella no fuera la ganadora.
Obvio, Ebrard tenía plena conciencia de esa realidad desde un principio, y aún así decidió participar en el proceso. No puede decirse sorprendido. Acaso supuso que, ahora sí, López Obrador honraría su palabra y lo volvería candidato presidencial. Volvió a comprobar que en el diccionario personal del mandatario, las hojas donde venían las palabras “palabra de caballero”, fueron arrancadas hace mucho tiempo.
Por eso, la novedad de este miércoles fue el desconocimiento de Ebrard del resultado oficial de las encuestas y el anuncio de que en los próximos días decidirá qué pasos dará, sin cancelar la posibilidad de buscar otra opción partidista para jugar como candidato, que no podría ser otra que Movimiento Ciudadano.
Su abanico de alternativas es amplio: uno, tocar la puerta de MC, con el riesgo de que no le abran. Dos, acudir al Tribunal Electoral buscando la reposición del proceso, aunque ello significaría encolerizar a López Obrador, con los riesgos que ello significa. Tres, doblegarse sumisamente como todas las demás corcholatas y asegurarse alguno de los premios de consolación que el presidente diseñó para los derrotados. Y cuatro, dedicarse a torpedear mediáticamente, a manera de venganza, la candidatura de Sheimbaum, aunque las represalias serían seguras.
Habrá que ver qué sendero toma Ebrard. Por lo pronto, es claro que le “aguó” la fiesta al presidente, al obligar a medios y redes sociales a destinar la mitad de sus espacios al manejo de su rabieta, cuando el sueño de López Obrador era que este miércoles fuera fiesta completa y exclusiva de su protegida. Y, ojo, que eso con un tipo vengativo al extremo, como el presidente, no es asunto menor. Veremos pues qué decide el canciller, que por tercera ocasión volvió a confiar en la palabra del tabasqueño, y por tercera ocasión corroboró que no tiene ningún valor.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 390 días.
X@jaimelopezmtz