Donde hay poca justicia es un peligro tener razón
Francisco de Quevedo (1580-1645) Escritor español
Dicen que en la política, sobre todo si se quiere tener vigencia y crecimiento, hay que tragar sapos y culebras. Ah, y no hacer gestos, tragarlos de buen modo.
Pues sapos y culebras tragan hoy infinidad de lopez obradoristas al escuchar del presidente el perfil que le ha dado al espinoso caso Ayotzinapa. Todos los que se rasgaron las vestiduras con el “fue el Estado, fue el Ejército”, en aras de achacar la tragedia al gobierno del priísta Enrique Peña Nieto, hoy no les queda otra que hacer el ridículo y mutis, porque el mesías, el amado líder, ha modificado ciento ochenta grados el discurso, y hoy hay que exonerar al Ejército y con él, al Estado.
Desde el demagógico “pase de lista” del uno al cuarenta y tres del apologista del narco Epigmenio Ibarra, hasta las posturas no menos teatreras de “solidaridad” con Ayotzinapa de José Ramón López Beltrán, Luisa María Alcalde y Jesús Ramírez, decenas, cientos de lopez obradoristas enarbolaron históricamente la bandera: ¡fue el Estado, fue el Ejército!
Todavía en este gobierno, cuando se suponía caerían todas las cortinas de la opacidad y de la falta de justicia para los familiares de los cuarenta y tres, se mantenía la misma cantaleta. Pero conforme la corrupta “verdad histórica” del peña nietismo fue asumiéndose de facto como válida por la 4T, comenzaron a prenderse las luces rojas y a bajar el tono de la exigencia de justicia. ¿Por qué?, pues porque si bien hoy, como ayer, no hay duda de que los estudiantes murieron a manos de Guerreros Unidos, tampoco la hay en que éstos contaron con el apoyo, en calidad de subordinados, de policías de todos los niveles y de militares. Es decir, del Estado, incluyendo al Ejército.
Y aquí es donde López Obrador se vio acorralado: su alianza con los altos mandos castrenses le obliga a exonerar al Ejército y en consecuencia al Estado. Así, recurrió a una absurda salida: sí fue el Estado, pero a través de policías locales, no más allá; sí fueron militares, pero de rango menor, nada que involucre más arriba. Vaya, ni el entonces secretario de Defensa, ni Peña Nieto tuvieron injerencia alguna, todo fue en rangos muy pero muy menores. ¿Qué tal?
Y los incitadores de siempre al ¡fue el Estado, fue el Ejército!, tienen ahora que tragar sapos y culebras, en aras de acatar la nueva verdad histórica, la de López Obrador. Ah, y por si fuera poco, tienen que aguantar que les endilguen como candidato a jefe de gobierno de la Ciudad de México, a quien estuvo en la mesa donde se fraguó la detestable verdad histórica del peñismo.
Pues sí, lo que hay que hacer para comer.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 361 días.
X@jaimelopezmtz