El informe anual del gobierno federal fue hace algunos años el día del presidente, en torno suyo hacía acto de presencia el más nefasto servilismo, el trato que recibía el mandatario de turno era de emperador porque casi prevalecía la unanimidad porque no existía una real oposición y consecuentemente no se registraban los contrapesos; los cortesanos llenaban las calles para multiplicar las alabanzas. Era otro México.
Por fortuna esos tiempos en que se aniquilaba a la disidencia no existen más, ya la alternancia junto a la pluralidad son un rasgo de la llamada normalidad democrática. Ya no se escucha una sola voz sino más bien una polifonía.
Recién el presidente Enrique Peña Nieto dirigió un mensaje con motivo de su quinto informe de gobierno y, como suele suceder, la autocrítica estuvo ausente porque lo evidente fue y ha sido el triunfalismo. Cada jefe del Ejecutivo supone que ha reinventado México, el actual mandatario está reprobado por la mayoría de mexicanos, los escándalos le han perseguido y la credibilidad enfiló rumbo a la extinción.
Enrique Peña Nieto comenzó bien porque políticamente fue un logró haber concretado el consenso con los principales partidos opositores en los albores de su sexenio, PAN y PRD, con ello adquirió carta de naturalización el controvertido Pacto por México que sirvió como herramienta legitimadora, dicho crédito se esfumó más temprano que tarde además de haber sembrado de enconos a panistas y perredistas que argumentaban en contra del citado acuerdo por ser unilateral sin el aval de las respectivas militancias.
En el quinto informe el presidente de la república dijo que México puede ser una potencia del siglo XXI o retroceder a un pasado que fracasó; lo cierto es que la debacle de nuestro país comenzó con las administraciones de su partido al ritmo de las crisis recurrentes desde los tiempos de Luis Echeverría a Ernesto Zedillo y aquel famoso error de diciembre recién iniciada la gestión del sucesor de Carlos Salinas de Gortari.
Las reformas estructurales no se han reflejado en mejoras sustanciales en la vida económica, en los ingresos de las mayorías. La inseguridad ha calado fuerte a diario, diversas regiones del país tienen las características de lo que se denomina estado fallido; los cárteles matan, expolian y detonan zozobra.
Peña Nieto recalcó que la inseguridad es la principal prioridad de su gobierno, aunque la realidad muestra signos preocupantes que dejan de relieve los desafíos mayúsculos que no se han abordado exitosamente.
Vivimos tiempos complicados, no todo es responsabilidad del gobierno ciertamente, en muchos casos la oposición ha sido mezquina porque suele lucrar con los yerros de la actual gestión aunque no conocemos a un partido que no lo haga.
Son muchos los problemas de México aunque para los partidos políticos el acento radica en los próximos comicios, ya el PRD aprobó ir en el Frente Amplio con Acción Nacional en las elecciones del 2018, dicha resolución parece colocar el último clavo en el ataúd de las ideologías.
Hoy día resultaría prematuro vaticinar quién ganará la presidencia de la república, lo único cierto es que el acto motivado para escuchar el mensaje del presidente Peña Nieto registró una ausencia notable: la autocrítica.