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sábado, noviembre 23, 2024

ACAPULCO, ¿EL WATERLOO DE AMLO?

La justicia sobre la fuerza, es la impotencia; la fuerza sin justicia es tiranía. 

Blaise Pascal (1623-1662) Científico francés

El sexto sentido político que ni sus detractores pueden negarle, le ha puesto en alerta máxima a Andrés Manuel López Obrador, a raíz del cariz que ha tomado Acapulco y la tragedia de Otis.

Es claro que ni siquiera la pandemia del Covid-19 le produjo tal alarma al presidente de México, como lo está haciendo la catástrofe en Acapulco, más allá de que la primera produjo 800 mil muertes y la segunda “apenas” medio centenar. Y al hablar de la preocupación del tabasqueño no me refiero a la magnitud de las consecuencias del huracán en vidas humanas y pérdidas materiales, sino al riesgo de que ello le merme a Morena posibilidades de ganar en el 24. Ya no es un secreto que al presidente le tienen sin cuidado las muertes de los mexicanos, sean 800 mil o cincuenta, lo mismo que le es indiferente si Acapulco se pone en pie o no, y cuándo; lo suyo, lo suyo, ya se sabe, es ganar elecciones, a costa de lo que sea.

Cierto, en términos de pérdidas de vidas humanas, que desde luego es lo más relevante en el recuento de daños de cualquier tragedia social, no hay punto de comparación entre la pandemia y Otis, pero el criminal manejo de aquella fue logrado contener mediática y políticamente con éxito por el gobierno, sobre todo por el argumento de que se trató de una crisis de salud mundial, en la cual poco o nada pudieron hacer para enfrentarla los gobiernos.

La gran mayoría de los mexicanos se tragaron las patrañas del doctor muerte Hugo López Gatell, pero ahora pocos dan crédito al discurso oficial, plagado de embustes: el presidente sí supo al menos 18 horas antes que la tormenta era “potencialmente” susceptible de tornarse en peligroso huracán, al menos de categoría cuatro, y ese lunes se fue a dormir a pierna suelta.

Y luego, es evidente que contrario a lo que sucedió en la pandemia, ahora no ha logrado convencer a nadie de que todo está bajo control, de que él tiene la capacidad de encabezar las tareas de rescate. Hoy, su ineficacia como presidente no puede ocultarse. Solo tenerlo al frente del gobierno es en sí una tragedia.

Y López Obrador lo sabe, su instinto le alerta: Acapulco y el manejo escandalosamente ineficaz de la tragedia por el gobierno, está perfilando su Waterloo. Lo que la pandemia, la corrupción, el desmoronamiento del sistema de salud y la connivencia de su gobierno con el crimen organizado, no pudieron lograr, quitarle una pluma al ganso, es altamente probable que sí lo logre Acapulco. Ya hay claras señales de ello. La más importante, la adusta y colérica postura un minuto sí y el otro también del presidente. Su teflón a las críticas durante cinco años parece estar llegando a su fin y ello podrá constatarse en la próxima encuesta profesional que se levante. Si no, al tiempo.

Y a la pesadilla ya solo le quedan 336 días.

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