Lo peor que hacen los malos, es obligarnos a dudar de los buenos
Jacinto Benavente (1866-1954) Director de cine español
Jesús Ociel Baena Saucedo, quien se hacía llamar “magistrade” del Tribunal Electoral de Aguascalientes, en el marco del concepto moderno de no identificarse ni como hombre ni como mujer, fue encontrado sin vida en el interior de su domicilio este lunes en la capital de esa entidad, del mismo nombre.
Baena consiguió ser el foco de atención y de la polémica por su condición “no binaria”, por su vestimenta, pero también por su capacidad a la hora de impartir justicia electoral, con vastos conocimientos en la materia.
Y justo por ser esa característica preferencia sexual, es que su muerte ha concitado toda suerte de comentarios polémicos. Para no variar, el lamentable suceso también ha caído en la polarización política. Por ejemplo, este mismo lunes agrupaciones de la diversidad sexual se apresuraron a convocar a una Velada Nacional Pacífica en diferentes ciudades del país, en demanda de “justicia por la muerte de Ociel”. Se infiere, por el tono de la convocatoria, que hay la presunción de que fue asesinado en función de sus preferencias sexuales o hasta de su actividad electoral.
Desde luego es válido y legítimo que quienes se sientan dolidos por su muerte, organicen una velada o cualquier otra actividad para manifestar ese pesar y, eventualmente, exigir justicia. El punto es que de acuerdo con el fiscal y con el jefe de la Policía de Aguascalientes, no hay ningún indicio para sospechar que Ociel haya sido víctima de un atentado.
Ambos funcionarios han advertido que todo apunta a una riña pasional: Ociel habría privado de la vida a su pareja sentimental y luego se habría suicidado. En esa lógica, está fuera de lugar convocar a jornadas para exigir justicia por su muerte. Se llega al extremo de demandar que políticos intolerantes ante la diversidad sexual, Lily Téllez por ejemplo, sean demandados porque históricamente han cuestionado cualquier forma no tradicional de las preferencias sexuales, dejando entrever su responsabilidad indirecta. Se trata de un absurdo. Ociel se habría quitado la vida, no habría en ello ningún atentado ni delito que perseguir al morir las dos personas involucradas. Punto.
Solo que el suicidio corta de tajo cualquier movilización social en exigencia del reconocimiento de los derechos de las minorías o para demandar justicia por su muerte, aprovechando que Aguascalientes es de los pocos estados no gobernador por la 4T. Si a alguien se le reconocieron abiertamente sus derechos, fue a Ociel. A la Fiscalía de Aguascalientes hay que exigirle, eso sí, que pruebe con contundencia la tesis del conflicto pasional entre Ociel y su pareja, que derivaría en la muerte de ambos. Punto, no más.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 322 días.
X@jaimelopezmtz