La democracia da a cada uno el derecho de ser su propio opresor
James R. Lowell (1819-1891) Diplomático estadounidense
Hoy muchos quieren advertir en Andrés Manuel López Obrador severos desajustes emocionales. Recurramos a la ciencia para salir de dudas. Hay en medicina un síndrome, llamado de Hubris, caracterizado por generar un ego desmedido, un enfoque personal exagerado, la aparición de excentricidades y desprecio hacia las opiniones de los demás.
El término es de origen griego y significa orgullo o arrogancia. Su sintomatología es la siguiente:
Uno, propensión narcisista a ver el mundo como un escenario donde ejercitar el poder y buscar la gloria. Dos, tendencia a realizar acciones para auto glorificarse y ensalzar y mejorar su propia imagen. Tres, preocupación desmedida por la imagen y la presentación. Cuatro, modo mesiánico de hablar sobre asuntos corrientes y tendencia a la exaltación. Cinco, identificación con la nación, el estado y la organización. Seis, tendencia a hablar de sí mismo en tercera persona y usar la forma regia de “nosotros”. Siete, excesiva confianza en su propio juicio y desprecio por el de los demás. Ocho, auto confianza exagerada, tendencia a la omnipotencia. Nueve, creencia de que no deben rendir cuentas a sus iguales, colegas o a la sociedad, sino ante cortes más elevadas: la historia o Dios. Diez, creencia firme de que dicha corte les absolverá. Once, pérdida de contacto con la realidad: aislamiento progresivo. Doce, inquietud, imprudencia, impulsividad. Trece, convencimiento de la rectitud moral de sus propuestas, ignorando los costos. Catorce, incompetencia “hubrística” por excesiva, autoconfianza y falta de atención a los detalles.
Esa relación de síntomas o señales en la conducta, acaso despejen la duda planteada respecto a si tenemos o no un presidente emocionalmente sano. Cada quien, saque sus conclusiones.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 236 días.
X@jaimelopezmtz