Nunca nadie recomendó una dictadura con fines distintos a los que él mismo aprobó.
Ludwig von Mises (1881-1973)
El presidente López Obrador reta este lunes en su mañanera: “¡pruebas de que mis hijos son corruptos!…mis hijos no son corruptos, demuéstrenme lo contrario, los desafío…”
O el presidente es un cínico o es el peor informado respecto de la conducta de sus hijos: si algo está documentado, probado como desafía él, en este sexenio, es la corrupción de sus hijos, de los tres mayores de edad, a los que Carlos Loret de Mola ha etiquetado, y con toda razón, como “el clan”.
Y ha sido el propio periodista yucateco el que se ha encargado de documentar, ya sea con investigaciones de su equipo o bien difundiendo indagatorias de Mexicanos Unidos contra la Corrupción y la Impunidad, la estela de actos de corrupción de los jóvenes López Beltrán.
La venta de medicinas al IMSS sin licitación de por medio y a sobreprecio de dos o hasta tres veces; la venta de balastro para la construcción del Tren Maya en las mismas condiciones que los medicamentos; grabaciones donde sus hijos operan para que se den contratos a amigos suyos, claramente prestanombres, en Dos Bocas, en Pemex, en el IMSS y en CFE; operando para corromper a altos mandos militares, y un larguísimo etcétera. Pruebas, sobran. Y eso, es lo conocido. Su comportamiento y sus prendas éticas hacen suponer que acaso sea solo la punta del iceberg.
Para la familia presidencial no ha sido el 24 el año de Hidalgo, ha sido el sexenio de Hidalgo. Que presenten las pruebas ante las autoridades, vocifera López Obrador. Olvida que no es función del periodista hacer denuncias penales, sino mediáticas, y de ellas hay autoridades que deben darle el seguimiento y encauzarlas por la vía legal que corresponda.
Al menos así operan las cosas en países democráticos. Él, Loret y todos sabemos que no tiene ningún caso denunciar esas corrupciones ante algún organismo público, porque ninguno de ellos se atrevería a llevar a juicio a los integrantes del clan familiar, no por lo menos hasta septiembre y seguramente tampoco en los siguientes seis años si Sheimbaum gana las elecciones.
“Mis hijos no son corruptos”…vaya, vaya.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 146 días.
X@jaimelopezmtz