La dictadura es el sistema de gobierno en el que lo no está prohibido, es obligatorio.
Enrique Jardiel Poncela. (1901-1952) Escritor español
No fue, en absoluto, un buen fin de semana para el gobernador Ramírez Bedolla. No al menos en lo que a movimientos de su gabinete se refiere.
Primero, decidió remover al secretario de Seguridad Pública, José Alfredo Ortega Reyes, y sustituirlo por Juan Carlos Oceguera Cortés. Cierto, ya era insostenible la permanencia del militar Ortega al frente de la Policía estatal, no sólo por los nulos resultados en la lucha contra la inseguridad y criminalidad, más desatada que nunca, sino por el trato despótico hacia los subalternos y, por si fuera poco, por las graves irregularidades en el manejo presupuestario, particularmente del Bono Banbajío. En ese sentido, aunque tarde, pero la remoción fue aplaudida.
Empero, la designación de Osegueda Cortés no convenció a nadie, al tratarse de un perfil sin la menor experiencia para encabezar las tareas de seguridad en un estado con niveles alarmantes de criminalidad. De hecho, en un derroche de franqueza una de las primeras declaraciones del nuevo jefe policiaco fue al pedir “chance” porque va llegando y no tiene la menor experiencia en ese delicadísimo campo.
Es claro que Bedolla entendió la urgencia de remover a Ortega, pero también lo es que no tuvo la sapiencia para encontrar un mejor perfil, al menos uno acorde a las tareas policiacas. Alarma que el gobernador soslaye y minimice esa responsabilidad, al designar a un neófito en la materia. Si con un supuesto “experto” las cosas iban como iban, imaginemos con alguien que no tiene la menor idea de la función asignada. Michoacán pagará los platos rotos.
Y luego, el domingo, hace un movimiento ajeno a todo pudor y cortesía política: despide a Elías Ibarra Torre y regresa a Carlos Torres Piña a la Secretaría de Gobierno.
Apenas hace ocho meses, Bedolla había decidido que Torres Piña dejara Segob, para buscar la candidatura de Morena al Senado. Ya se sabe, la alianza entre ambos no pudo incidir en la decisión de la dirigencia nacional morenista, que se decantó por Celeste Ascencio y Raúl Morón. El 4 de octubre tomaba posesión de Segob el médico Elias Ibarra Torre.
El fracaso estruendoso por la candidatura al Senado no arredró a la dupla Bedolla-Torres Piña: el mandatario decidió luego que el de Paracho fuera el candidato a la Alcaldía moreliana, pese a tener todos los pronósticos en contra. Ni la alforja repleta de dinero, ni los programas sociales puestos a su disposición, ni la campaña lo que le sigue de sucia que orquestó la oficina de Comunicación Social del bedollismo en contra de Alfonso Martínez, le alcanzaron al mandatario y a su alfil: la lógica se impuso y el opositor Martínez se alzó con el triunfo con holgura.
Así, con dos sonoros reveses, la incertidumbre era ver dónde colocaba Bedolla a su alfil en el gabinete, partiendo del supuesto de que no lo dejaría fuera del presupuesto. La última posibilidad era regresarlo a Segob, primero porque su paso previo ahí estuvo marcado por la falta de resultados y segundo porque Ibarra Torre apenas le iba encontrando la cuadratura al círculo.
Pero lo impensable ocurrió: Bedolla hizo a un lado el decoro, el respeto y la diplomacia mínima, y cesó al galeno para abrirle otra vez la puerta al parachense.
¿Qué le debe el gobernador a Torres para verse obligado a tomar una decisión de tal rudeza innecesaria? Ibarra no se merecía ese trato irrespetuoso, es un tipo decente y eficaz. Quizá no podía hablarse aún de resultados concretos, pero Torres Piña tampoco los tuvo en dos años.
Bedolla pudo inventarle un cargo en su oficina para mantenerlo en el presupuesto, pero decidió el camino más grosero por alguna razón que solo ellos dos conocen.
En lo dicho, el mandatario está perdiendo el decoro y la racionalidad en su toma de decisiones. Que a nadie extrañe que regrese a Segob a Torres Piña para impulsarlo como el candidato a gobernador en el 27. Raúl Morón, al interior de la 4T, y Alfonso Martínez al exterior, serían los más felices, al estarles allanando sus respectivas aspiraciones. Claro, todo mundo busca siempre enfrentarse al rival más débil.
Y a la pesadilla, a la actual, ya solo le quedan 99 días.
X@jaimelopezmtz