Del mismo modo que no sería un esclavo, tampoco sería un amo; eso expresa mi idea de la democracia.
Abraham Lincoln (1808-1865) Presidente de Estados Unidos
Hasta altas horas de la noche, en Venezuela se mantenía la incertidumbre sobre el resultado de una jornada electoral histórica: o sigue la pesadilla de un cuarto de siglo, o los venezolanos se rehacen y logran remontar una dictadura militar para dar paso, otra vez, a la libertad y la democracia.
Encuestas hubo toda la tarde y noche en ambos sentidos: las oficialistas afirmando que el dictador Nicolás Maduro había arrasado, y otras en apariencia más imparciales que anticipan que el opositor Edmundo González finalmente habría triunfado.
Se trata de la primera ocasión, desde que el chavismo se hizo del poder, que la dictadura estaría en riesgo de perder la elección presidencial. Veinticinco años le habría costado a los venezolanos decidirse por terminar con una dictadura sangrienta, asesina. Un eventual triunfo opositor significaría una auténtica hazaña, porque el gobierno militar es el que organiza y cuenta los votos de las elecciones.
A la espera de la confirmación del resultado, es obligado vernos en el espejo venezolano: hace 25 años el dictador Hugo Chávez se hizo por la fuerza del poder, hasta su muerte, aunque antes ya lo había “heredado” a Maduro, quien trece años después tiene a su país sumido en la miseria, al pueblo viviendo de las migajas del gobierno y completando la comida en los basureros públicos, con media población sin empleo, sin inversión privada, sin democracia y con ocho millones de ciudadanos que han huido de su país.
Venezuela parece ir despertando de la pesadilla; México va entrando a ella. ¿Durará también 25 años?
Y a la pesadilla, a la actual, ya solo le faltan 64 días. X @jaimelopezmtz
