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sábado, noviembre 23, 2024

DEMOCRACIAS Y AUTORITARISMO

La democracia ha sido motor e inspiración para involucrarse en asuntos de la cosa pública, quienes ambicionan el poder parecen exorcizar los fantasmas vinculados a las grandes tragedias de los estados, en nombre de la citada forma de gobierno de origen griego se rasgan las vestiduras y prometen ser diferentes, lanzan sus exposiciones de motivos que parecen inapelables, los diagnósticos ahí están solo que al final las decepciones en amplias franjas de la población son latentes.

El problema es que, al parecer el poder a todos los iguala y una vez que están en el estrellato político se convierten en adictos de esa sensación. Paulatinamente, los valores de la democracia desaparecen para dar paso de manera arbitraria a la administración del poder y desprecian los contrapesos, repiten lugares comunes, sus mantras y jaculatorias.

Algunos casos que ilustran lo anteriormente descrito los tenemos en América Latina, particularmente en dos países: Venezuela y Nicaragua. Lamentablemente en los citados la democracia ha sido secuestrada por dos sátrapas, hace unos días fueron las elecciones en Venezuela y Nicolás Maduro se impuso porque el órgano electoral está subordinado a su poder, además no reconoce en la discrepancia un privilegio de la libertad, no caben las diferencias, anulada la vocación democrática.

Ahora pide a sus correligionarios que eliminen la aplicación WhatsApp, Tik Tok e Instagram, porque no los puede controlar su gobierno, es una muestra de la perversidad de Nicolás Maduro a quien ya le gustó la reelección.

Daniel Ortega en Nicaragua es otro personaje siniestro que deriva de la revolución sandinista que algo tuvo de heroica, aunque el talante de combativa fue efímero y ahora parece una contrarrevolución.

Ortega fue mandatario de Nicaragua, en principio de 1985 a 1990, en la actualidad preside el Poder Ejecutivo desde 2007, es decir la debilidad por el poder es reveladora por ello las reelecciones y además la disidencia política suele terminar en la cárcel por delitos francamente ridículos como conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional.

Lo más grave aún, Daniel Ortega despojó de su ciudadanía más de 300 opositores políticos, como se pude apreciar los excesos hacen impresentable al gobernante nicaraguense.

La democracia es una forma de gobierno y estilo de vida, en ella gravitan los disensos, también las coincidencias porque la diversidad de pensamiento legitima iniciativas y fortalece al estado, estamos en una gran aldea global en la que somos testigos de lo que sucede prácticamente en todo el orbe.

La tolerancia, la discrepancia y la transparencia son valores democráticos, es legítimo que en una sociedad heterodoxa convivan manifestaciones que tienen su asidero en la pluralidad, no es negativo que haya diversas líneas ideológicas, lo lamentable es que se pretenda imponer una sola idea, nada lo justifica.

En fin, ante tantas manifestaciones autoritarias tampoco se debe agotar un optimismo razonable, finalmente hay esperanza de lograr cambios por la vía democrática aunque a veces parece que se trate de una verdadera utopía, en donde algunos políticos dan rienda suelta a su ruindad.

 

 

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