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viernes, noviembre 22, 2024

EL GUSTO POR LOS TELEFÉRICOS

Robar es un delito, pero arruinar al país es traición a la patria.

José de San Martín (1778-1850) Político y militar argentino

Alfredo Ramírez Bedolla está ya en modo López Obrador en materia de obra pública: ha comenzado a dilapidar el dinero público en obras de relumbrón, que no tienen ninguna utilidad y que terminan siendo un barril sin fondo, dinero directo a la basura. Si el presidente se encaprichó en su trenecito depredador del medio ambiente, en su refinería que no refina y en su aeropuerto que nadie utiliza, el michoacano lo ha hecho pero con los teleféricos.

Además del que ya se construye en Uruapan, sin estudio de impacto ambiental, ahora anuncia otro para Morelia el próximo año. De aquel se estima una inversión de unos 3,200 millones de pesos. Del segundo no hay un monto previsto, pero obviamente costará más.

Consideraciones obligadas: una, ¿en verdad es justo y sensato que el gobierno destine al menos unos siete mil millones de pesos en ese tipo de obras?

Las carreteras están deshechas; las farmacias de los hospitales gubernamentales están vacías y las escuelas oficiales en deplorables condiciones, pero el gobierno decide no invertir nada en esa infraestructura y en esos servicios, pero sí siete mil millones en dos teleféricos.

Y dos: ¿será que el moche es lo que está detrás de los teleféricos de Uruapan y Morelia? A ver, pongámonos serios: no hay obra pública, no hay una sola, que no signifique para quien la autoriza desde el gobierno, mínimo el diez por ciento de su valor, aunque hay denuncias de contratistas que afirman que la cuota en el bedollismo ya se ubica en el quince o en ocasiones hasta el veinte por ciento.

Pero pensemos en lo mínimo, en el diez por ciento: quiere decir que “alguien” o algunos pocos, que seguramente se cuentan con los dedos de la mano, se llevarán a sus cuentas personales al menos 700 millones de pesos. Y eso, insisto, bajita la mano.

Se matan entonces dos pájaros de un tiro: se emula a López Obrador en cuanto a tirar el dinero público en obras innecesarias pero que dan “notoriedad”, y se engordan cuentas bancarias personales con el “moche” obligado. Claramente, negocio redondo. Vamos entendiendo, pues, el gusto por los teleféricos.

Y a la pesadilla, a la actual, ya solo le quedan 34 días.

X@jaimelopezmtz

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