Los días en libertad para el gobernador sinaloense Rubén Rocha Moya están contados. Y no será por una acción de la justicia norteamericana, sino de la mexicana.
Que la Fiscalía General de la República haya echado abajo la versión de Rocha en el sentido de que no tuvo nada que ver en la celada que los chapitos le pusieron a El Mayo Zambada, es una evidencia de que la presidenta Sheinbaum ha dado la espalda al polémico gobernador morenista. El fiscal Gertz Manero nunca hubiera actuado motu proprio contra Moya. Arrinconarlo tuvo que llevar el visto bueno de la mandataria.
Pero la decisión no obedece a un repentino arranque de apego a la justicia y a la lucha contra la impunidad de Sheinbaum, sino a una fría y bien calculada estrategia con la que se matarían dos pájaros de un tiro: entregar al gobernador para salvar la imagen de Andrés Manuel López Obrador y simultáneamente dar un golpe mediático de alto impacto que reditúe al gobierno bonos en la lucha contra la impunidad.
Y no es que Rocha vaya a ser un chivo expiatorio, porque desde luego parece haber elementos para detenerlo y procesarlo. Con toda justicia iría a la cárcel, pero sí es evidente que será el único “sacrificado”, el que pague los platos rotos a cambio de mantener fuera de la ecuación a López Obrador: el único responsable de la traición a Zambada se llama Rubén y se apellida Rocha.
Éste lo sabe, ve venir el vendaval y por eso su preocupación y su o Atrás quedó el cobijo presidencial.
X@jaimelopezmtz