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miércoles, febrero 5, 2025

EBRIOS DE PODER

DUEÑO DE LAS CORCHOLATAS

La palabra “corcholata” es un mexicanismo que significa, en su inicio, un tapón metálico de botella.

Sin embargo, como todos los vocablos en el dinámico universo del lenguaje, “corcholata” ha ido creciendo, popular e intermitentemente.

Por ejemplo, la gente solía decir: “anda pegado a él como una corcholata”, para significar la asiduidad de un acompañamiento continuo; o se les decía a los sempiternos bebedores de vinos, licores y aguardientes, andas como las corcholatas, tiradas en el piso.

Pongo otra muestra de ampliación conceptual del término “corcholata”.

A un reciente presidente de México, más jocoso que honrado, se le ocurrió llamarles “corcholatas” a sus más cercanos colaboradores, escogidos por él, para sucederlo como presidente.

Ese hecho aconteció en una mañanera en Villahermosa, Tabasco, en el mes de julio del 2021; ahí y entonces, externó: “Ya no hay tapados, porque yo voy a ser el destapador, y mi “corcholata” favorita va a ser la del pueblo. Esa es la regla. La gente va a decidir en su momento, en forma libre y democrática, para la presidencia en 2024: Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Juan Ramón de la Fuente, Tatiana Clouthier, Esteban Moctezuma Barragán y Rocío Nahle.”

Meses después suprimió a algunos, y sumó a Adán Augusto López y a Ricardo Monreal.

Claro que todo eso tuvo sus antecedentes.

Desde que el presidente Adolfo Ruiz Cortines escogió como su sucesor sorpresivamente a Adolfo López Mateos, El caricaturista Abel Quezada en el periódico Excelsior hizo una serie de cartones sobre “El Tapado”; y una tabacalera publicitó su producto con un mensaje reiterativo: “El tapado fuma Delicados”; y, desde entonces, si había tapado, había destapador.

De la época del presidente Plutarco Elías Calles a la sucesión a favor de Adolfo Ruiz Cortines (1928 a 1958), a esa decisión política se le llamaba “el dedazo”.

Total, regresando a nuestro tiempo, después del cedazo del obradorato, las corcholatas que quedaron, antes del destape o del dedazo, fueron Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Ricardo Monreal, añadiendo dos pegotes de otros partidos patiños, del PT Gerardo Fernández Noroña, y del Verde Manuel Velasco Coello.

La presidente Sheinbaum, el secretario Ebrard, el líder senador Adán Augusto, y el líder diputado Monreal ejercen un poder que no les es del todo propio, siguen siendo “corcholatas” de un dedo, de un destapador, de un autócrata que simula estar retirado; empero, en su fuero interno, siendo partes de un equipo e instrumentos humanos de un plan, empiezan a desarrollar el choque de sus contradicciones internas, entre ellos y dentro de sí.

Sheinbaum, la presidente, busca sostenerse como tal en los seis años de ejercicio legal, y teme a las otras tres corcholatas en sus reflexiones internas, aunque en el discurso público sabe que debe de expresar que a todos ellos les tiene mucha confianza, pues “somos un equipo consolidado e indisoluble”.

Ebrard, el secretario, siempre ha presentido que tiene merecimientos sobrados para ser presidente, y que pronto puede ocupar la presidencia en este ejercicio sexenal, por cinco, cuatro, tres, dos, o por un año; y, por ende, que Claudia dejará, pronto, ese poder prestado.

Adán Augusto y Monreal, los dos líderes parlamentarios, viven en su interior el mismo síndrome de Ebrard, pero en sus circunstancias de índole personalísimas.

Sólo hay algo que, en la realidad, identifica a las cuatro corcholatas: están ebrias de poder, y este poder les es ajeno.

Y mientras, el dueño de las corcholatas, rodeado por un batallón de fuerzas armadas de élite, escogidas por él, sigue llevando a México a una degradación vergonzosa, económica, política y moralmente.

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