JUEGOS MONETARIOS PELIGROSOS
Los bienes y servicios que se producen en todo el mundo se orientan, por lo general, a los mercados para que puedan adquirirse. El trueque no está prohibido, pero ordinariamente se adquiere a través de un pago monetario.
Está claro que cada país tiene su propia moneda, pero hay monedas duras y confiables que aparte de servir como medida de cambio en su propia nación, se utiliza para transacciones internacionales.
Ejemplos actuales de esas monedas serían el dólar americano y el euro.
Siendo ambas confiables, no dejan de ser simples papeles especiales impresos, y pequeños metales acuñados, cuya simbólica importancia valorativa se finca en la fe económica, por respaldarla un poderoso en quien se cree. No más, pero tampoco no menos.
Así ha venido trabajando el mundo comercial, en su movilidad, desde hace muchos siglos, con sus alta y sus bajas, con su probidad y sus estafas, pero casi siempre como una organización que favorece al acumulador de riqueza para seguir amasando más fortuna.
A ese tradicional escenario monetarista se han subido nuevos actores: las monedas digitales, con todo su disfraz cibernético, electrónico, y de planos inclinados.
Una presentación triunfal la obtuvo el bitcoin, una criptomoneda concebida en 2008 y lanzada el 3 de enero del 2009, con naturaleza de dinero electrónico, nacida como una promesa atractiva, y desarrollada como una estrella exitosa, cuyo luminoso triunfo puede enceguecer y quemar.
A finales de noviembre del 2017 su valor supera los diez mil dólares americanos, y esta clásica moneda de nuestro vecino del norte, el euro y la libra esterlina, están pasmados, en estupor.
Frente a este fenómeno monetario China, la segunda economía mundial, ya pinto su raya, al establecer medidas en contra de toda moneda digital.
Japón también proyecta aprobar estrictas normas reguladoras de ese novedoso fenómeno monetario, sin patria.
Empero, el resto del mundo capitalista se encuentra en festiva fiebre buscándole los prometedores perfiles al bitcoin: para pagar, recibir, ahorrar bancariamente, guardar en casa, comprar, vender, trasladar, esconder, presumir, donar, heredar, compensar, invertir, y todos los demás etcéteras.
Esa red innovadora de bitcoin, aseguran algunos, ha llegado a concentrar más fortuna que Bill Gates.
Ante tamaño aquelarre económico de tipo monetarista, una voz autorizada, la de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001 y ex directivo del Banco Mundial, advierte que “se debe prohibir el bitcoin”. Otros, antes que él, han aconsejado lo mismo, pero la jerarquía del Nobel da mayor potestad a sus razonamientos.
Ad libitum el bitcoin lava dinero, evade a todo fisco, con un sustento ficticio que provoca el inicio de una bomba inflacionaria que le explotará pronto en las entrañas de la economía mundial.
Y ahora, el gobierno venezolano está proyectando su petro.
¡Vaya con el ser humano y su economía monetaria!