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miércoles, octubre 23, 2024

LAS MUJERES Y EL ÁGORA VIRTUAL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN: ESPACIO EN DISPUTA

Fabiola AlanisEl complejo entramado al que refiere el nombre de “medios de comunicación masiva” sintetiza el espacio público pero también el privado y aún el íntimo e individual, en una sola unidad con un poder amplio y relativamente autónomo. Es un ágora virtual en el que se representan los valores compartidos más profundos de una comunidad política, pero también es un territorio en disputa en el que pueden ganar un lugar las nuevas concepciones. Es una tarea política fundamental para las mujeres ganar esos territorios a fin de practicar una “reforma intelectual y moral” (Gramsci) que deconstruya las nociones hegemónicas que reducen a la mujer a un objeto sexual, a una criadora de niños y a un simple medio que garantiza la reproducción de la estirpe.

La filósofa judía-alemana Hannah Arendt mostraba con agudeza histórica el proceso de surgimiento de la esfera social, como un ámbito que se desprendía de lo público y poseía una consistencia permeada por lo privado (Arendt, 1993: 73). Era un acontecimiento propio de la época moderna. En la antigüedad no existía “lo social” sino tan solo lo público y lo privado. Lo público se refería a aquel espacio que, a la manera de una bisagra, une y separa a los ciudadanos de una polis. Era un ámbito típicamente masculino porque ellos eran los que estaban llamados a participar en las asambleas donde se deliberaba y se decidía sobre la vida en común. En cambio, el ámbito privado era el de la casa (oikos) y ese espacio era el de la mujer, dedicada a la administración doméstica y la crianza de los niños. Era un equilibrio comunitario tradicional que dividía los sexos de acuerdo con sus tareas orientadas a la reproducción de la polis, en la que la guerra no jugaba un papel menor. La modernidad implicó precisamente el surgimiento de la esfera de “lo social” en el que las relaciones mercantiles entre individuos egoístas racionales dominarían, de ahí en más, la escena de lo público y de lo privado. La lógica mercantil-capitalista colonizó, pues, la vida pública de las naciones. Al mismo tiempo, al calor de la Revolución Francesa, el gran movimiento histórico del advenimiento de la libertad, la igualdad y la fraternidad, surgió, sin embargo, la separación entre lo civil y lo político, como campos separados porque en el primero, en el que estaban incluidas las mujeres, se reconocían los derechos generales de ciudadanía pero no el de la participación política activa, que estaba precisamente reservado para el segundo, es decir, para el ámbito político en el que, inicialmente, sólo participaban los hombres.

El espacio público adquirió entonces un sentido abarcador, general y abstracto. El desarrollo científico y tecnológico propio de la modernidad, le daría a este espacio un componente esencial: el de ser espacio de operación de los medios de comunicación de masas. El poder de los medios alcanzaría niveles estratosféricos.

En nuestra época es importante reflexionar sobre el papel que juegan los medios en la difusión de los valores desde los que entendemos la dinámica de las relaciones entre hombres y mujeres. En particular, se trata de comprender el papel de los medios de comunicación en la reproducción de los valores éticos y estéticos con los que se juzga el ser de los hombres y el ser de las mujeres. No está demás constatar que, en contraparte, estos medios también pueden contribuir a inaugurar y difundir maneras novedosas de pensar y de actuar, en especial en lo relacionado con el desmontaje de los estereotipos.

Es de vital importancia, entonces, percatarse del inmenso alcance que tienen los medios de comunicación en la configuración de aquello que se conoce como la “mentalidad colectiva”. Diversos autores han reflexionado sobre los complejos procesos de constitución de arquetipos y estereotipos, que dominan las nociones y percepciones que poseemos acerca de diversos temas. Y no es un asunto menor detectar de qué modo y en qué momento, un locutor o locutora, un o una periodista, un programa, una serie, etcétera, reafirma los prejuicios que sitúan a la mujer por debajo del hombre. Es muy común, más frecuente de lo que deseamos, encontrar en los medios impresos y electrónicos, imágenes dirigidas directamente a aquella dimensión de la mentalidad que sólo registra y haces suyos los estímulos que vienen del exterior, más allá de la capacidad de razonar. La mayor parte de los medios impresos siguen haciendo un uso intensivo de lo sexual asociado con el objeto llamado mujer. Se trata de una violencia simbólica extremadamente sutil pero de efectos perdurables.

Los medios electrónicos no se quedan atrás. A menudo, mediante la comedia, los chistes, el humor, se repite el mecanismo de introyección de valores donde la mujer es objeto, es inferior (en muchos sentidos), es subalterna. Y, en esta misma frecuencia, hay que situar la música, difundida por todos los medios, donde se remarca, con una insistencia nauseabunda, que la mujer es objeto, y que su única aspiración es ser conquistada y poseída sexualmente.

Las tecnologías que hicieron posible la internet no han dejado de desarrollarse y hoy en día la noción de “medios de comunicación” abarca también las tan extendidas redes sociales y los medios alternativos como NETFLIX y las plataformas como YOUTUBE. Las redes sociales merecen un tratamiento aparte por el crecimiento exponencial que han experimentado en los últimos años. Hay quienes ven este fenómeno con gran entusiasmo, sobre todo a la luz del papel que desempeñaron las redes en la organización de varias de las manifestaciones juveniles, sobre todo si se tiene a la vista la “Primavera árabe” de 2011, las “Occupy” en varias ciudades estadounidenses. Las redes sociales, sin embargo, no están orientadas primordialmente a la política sino al entretenimiento, y, en ocasiones, son el canal para la expresión de los valores morales más profundos, primitivos y elementales, que habitan en los rincones más recónditos del alma social. Como fenómeno en desarrollo, vale la pena analizarlo con cuidado, pues es un termómetro de los arquetipos y estereotipos arraigados en secciones importantes de la mentalidad colectiva. El nivel de agresión y violencia simbólica que circula por las redes, la que frecuentemente está fuertemente sesgada por la violencia de género, es algo que no se debe soslayar. El panorama se complica cuando caemos en cuenta de la enorme popularidad de la pornografía gratuita que circula globalmente con altísimos grados de audiencia. De igual modo, ahí se reitera esa imagen de la mujer objeto sexual dispuesta a ser conquistada y utilizada.

En definitiva, los medios de comunicación son vehículos de mensajes éticos y estéticos que entran a los sentidos, se alojan en las partes más primitivas del cerebro y forman pensamientos, quizá no razonados, pero generadores de opinión. El panorama, como se ve, es tremendamente complejo. Por eso, necesitamos profundizar en la investigación, la comprensión y la utilización responsable de los medios de comunicación, a fin de adquirir herramientas que nos permitan estar alertas y desmontar los rígidos soportes de la dominación patriarcal. Se trata de tener una visión amplia, de conjunto, de los modos en que el patriarcado se imbrica de modo complejo con otras formas de violencia física y simbólica, en la esfera del trabajo, en los procesos educativos, en la cultura, en la economía y en la política. Es un territorio donde se debe actuar con firmeza y perseverancia con la voluntad de construir una sociedad en la que la mujer sea un ser humano, ante todo y sobre todo.

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