Cuando usted asista a un funeral, de esos que se realizan no en el panteón municipal, sino en ese tipo de negocios que tienen todo en una misma área: oficinas, zonas para los servicios religiosos, salas para velación, oratorio, estacionamiento, crematorios, sitios para las inhumaciones, cafeterías y todo cuanto los comerciantes visionarios saben que deben ofrecer, a la manera de “todo en un mismo lugar”, le sugiero que, mientras se realizan los servicios administrativos y religiosos, salga usted y visite las áreas donde se hacen las inhumaciones. Seguramente ya estarán excavando la fosa para que los restos de algún mortal vuelvan al seno de la tierra. Verá que los excavadores (panteoneros era un término que yo escuchaba en la remotísima niñez) utilizan sobre todo dos tipos de herramientas: el pico y la pala. El uno para desgarrar la tierra, y la otra para ir sacándola una vez que la ha desprendido el pico.
Pero ¿podría usted imaginar que un ser humano, en vida, y sin él desearlo, entregara a sus “amigotes del alma”, unos picos y unas palas para que cavaran la fosa cuando el muriera? No suena ni sensato, ni usual. Pues algo podría estar ocurriendo con mi compadre AMLO. ¿No estará repartiendo palas y picos para que sus enemigos las usen como los panteoneros?
Echemos un vistazo: a la cabeza de los que pudieran ir a esa excavación, la de la tumba política de AMLO, está un señor de nombre Napoleón Gómez Urrutia, ahora expatriado a Canadá, y no precisamente por ser un distinguido miembro de los Hermanos de la Vela Perpetua; enseguida se ve a la maestra Elba Esther Gordillo; luego está René Fujiwara Montelongo, con una genética muy especial, pues se trata de un nieto de la antedicha maestra; a continuación, se observa al nuevo dirigente del SNTE, un tal Juan Díaz de la Torre; más atrás se ve a la señora Gabriela Cuevas Barrón, la misma que primero había despotricado contra AMLO, pero que en 2005, pagó la fianza para que su hoy líder no pisara la cárcel tras desobedecer una orden judicial; después aparece la figura de Evaristo Hernández Cruz, un exalcalde de algún municipio tabasqueño, acusado por una posible malversación de fondos, pero antes también un encarnizado enemigo de AMLO; haciendo fila también se mira a un tal Hugo Eric Flores de Encuentro Social, quien primero descalificaba en todos los tonos el partido que fundó AMLO; cerca del final está formado Miguel Barbosa, que primero fustigaba, y fuerte, al líder de MORENA; y ya casi al final se aprecia a un señor de nombre Sergio Mayer Breton, productor y actor cuyos antecedentes me resultan totalmente desconocidos.
No puede uno menos que pensar si mi compadre, con su postura de “aquí son bienvenidos todos”, no estará echando por la borda todo lo que había ganado, porque con esos amigos…