Hablar sobre el primer debate de cinco de los aspirantes a la presidencia de la República, resulta obligado. Lo que anoche paralizó al país y que muchos vimos, me recordó unas peleas, llamémoslas de box, que se organizaban en un viejo local, sobre la calle Cuautla en esta ciudad. En ellas participaban diez o doce chamacos, conseguidos vaya usted a saber dónde. Les ponían sus guantes, los subían a un ring, y luego, como si soltaran a un grupo de canes los dejaban que se lanzaran golpes. La consigna era clara: “todos contra todos”. El último que quedara en pie, sin haberse “rajado” y sin haber sido derribado, era el triunfador. El debate de anoche fue algo parecido, pero con menos contendientes y con una consigna distinta: “todos contra uno”.
Queridos amigos, del citado debate se pueden sacar mil conclusiones. Les comparto dos. La primera es que, aunque todos se consideren ganadores, el evidente perdedor fue ya sabe quién. Jure usted que en las siguientes encuestas veremos reducida la distancia con la que aventajaba a sus contendientes. Y no podía ser de otra manera. Esa cerrazón, esa persistente actitud de no contestar cuando se le preguntó, por ejemplo, sobre la amnistía para los maleantes organizados, si no lo baja del caballo de hacienda sí le debe producir dolores de cabeza contra los que poco podrá hacer su Amlodipino. Seguramente en estos momentos estará reunido con sus asesores analizando la situación.
La segunda reflexión tiene que ver con la participación del señor Jaime Rodríguez Calderón, apodado “El Bronco”. En una de sus intervenciones, ni tardo ni perezoso, afirmó que, de llegar a La presidencia, propondría que (sic) a los ladrones se les mochen las manos. Como sabemos, el milenario castigo persiste en algunos países islámicos, como Arabia saudita donde, de acuerdo a la ley sharia o islámica, se castiga con la amputación de la o las manos a los ladrones. Así lo demanda el Corán, su libro sagrado, en el sura 5; 38. En descargo de la brutal pena, Arabia tiene actualmente uno de los índices más bajos de criminalidad en el mundo. Otros países con la misma ideología y en los que perdura el castigo, son: Mali, Afganistán e Irán. Recientemente se ha incorporado a la lista de países “cortamanos”, una región andina, donde le conocen como “justicia comunitaria”. En México, uno de los casos más señalados, ocurrió hace poco menos de dos años. Sin previo juicio, y con el consabido mensaje de “esto me pasó por rata”, un grupo autodenominado “Elite antirratas”, en el municipio de Tlaquepaque, Jalisco, les cercenó las manos a siete ladrones, uno de los cuales murió. Y remontándonos un poco en la historia, en los tiempos del porfiriato, según relataban algunos rancheros de edad avanzada, usted podía dejar sus aperos de labranza, su cobija, lo que usted quisiera, en la parcela; y allí permanecían hasta que el dueño los recogiera. A los rateros les aplicaban la propuesta de mi osado tocayo.
Concluyo meditando: Si se aplicara esta broncuna propuesta, ¿no se convertiría México en un país de mochos? Pero de mochos pobres, porque ¿mochos ricos…?