Recién el Partido de la Revolución Democrática cumplió veintinueve años de haber sido fundado, el antecedente radicó en el Frente Democrático Nacional que dio la pelea contra el Partido Revolucionario Institucional en unos comicios turbulentos en el que se presumió un fraude electoral para facilitar el acceso al poder de Carlos Salinas de Gortari en 1988. A quien se atribuye la famosa “caída” del sistema fue al entonces secretario de Gobernación –actualmente converso a la izquierda- Manuel Bartlett Díaz.
Desde su origen el PRD exhibió un problema estructural, su falta de institucionalidad, la propensión al caudillismo, aunque por otra parte sus propuestas y empuje influyeron para la creación de lo que fue el Instituto Federal Electoral, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos así como el impulso a la participación de la mujer.
Al interior del Sol Azteca confluyeron diversas sectas o corrientes de opinión desde la izquierda radical, reformista, llegaron ex guerrilleros, académicos, ex priistas y más ismos que al final nunca concretaron acuerdos incruentos. Al final las corrientes más que generar opinión o ejercicios deliberativos en torno a los grandes problemas nacionales se dedicaron a repartir cargos públicos con todo.
Bien señaló Max Weber que las organizaciones políticas son marcadas por su propio génesis, el PRD fue una suerte de arcoíris, partido heterogéneo.
Registró momentos estelares como fue en los comicios de 1997, año en que ganó la jefatura de gobierno del entonces Distrito federal y el PRI perdió la hegemonía en la Cámara de Diputados.
En los últimos años la membresía del Sol Azteca, en una gran cantidad, dejó de militar en el perredismo para emprender un éxodo que aún no concluye a Morena con quien fuera dirigente nacional perredista Andrés Manuel López Obrador, el mismo que en dos ocasiones fue su candidato a la presidencia de la república.
El otro ex candidato a la presidencia por el PRD Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano hace años dejó de militar en la organización que él fundó en 1989.
El pragmatismo electoral ha dejado de lado la doctrina política del perredismo, su ideología ha quedado sepultada por el cortoplacismo, la coyuntura les arrebató sus definiciones programáticas para aliarse con la derecha que representa el Partido Acción Nacional. Es la crónica del absurdo.
Su aniversario veintinueve registró un invitado especial, Ricardo Anaya, el actual candidato a la presidencia que es respaldado por el PRD, PAN y MC, al parecer todos los partido en nuestro país hace un buen rato enviaron a sus doctrinas de vacaciones.
Si el PRD no fuera en alianza con el PAN seguramente enfilaría a un escenario próximo al naufragio, todo parece indicar que una vez concluidas las elecciones del primero de julio sólo gobernarán una entidad federativa, Michoacán. Sólo que en el estado que vio nacer al perredismo el gobernador Silvano Aureoles manifestó públicamente su respaldo a José Antonio Meade y fue peyorativo con quienes apoyan a López Obrador.
Casi tres décadas del PRD, la contribución a la democracia en México es indiscutible aunque su envejecimiento prematuro salta a la vista porque la ambición, el colaboracionismo con el actual régimen y la mezquindad han dejado ajada su estructura.