Las expectativas no dejan de tejerse en torno al presidente electo Andrés Manuel López Obrador, son muchas las promesas aunque algunas no sabríamos decir si se cancelaron o se posponen, su triunfo electoral del primero de julio fue inobjetable y legítimo.
No ocupa de artificios como los que, en su momento, realizara el presidente saliente y actualmente poco perceptible Enrique Peña Nieto quien apostó al Pacto por México para legitimar su mandato, en ese marco anunció las reformas estructurales que a la fecha han reportado pocos avances y muchos cuestionamientos.
Peña Nieto contó con el cobijo de las dirigencias del PAN y PRD como el bloque opositor más importante en los albores de la administración hoy saliente, inició bien su mandato aunque un par de años después vendrían los escándalos de diferente índole que asestaron un impacto de vastas dimensiones a su credibilidad, desde entonces mermó su fuerza para situarse en un punto franco de vulnerabilidad.
El caso de Morena es atípico, para empezar se trata de un partido sui generis porque es reconocido de izquierda, dicha orientación de la geometría política gana por primera vez la presidencia de México, una gran parte de su membresía tiene su procedencia del Partido de la Revolución Democrática, muchos de sus cuadros anteriormente fueron militantes recalcitrantes del Partido Revolucionario Institucional. Aleaciones curiosas.
Existen riesgos diversos, la política es ciencia inexacta en la que suelen aflorar los imponderables. Los antiguos griegos afirmaron que la causa última es el bien común aunque Nicolás Maquiavelo le agregaría un adjetivo porque calificó a la política de amoral.
La condición humana está omnipresente en la toma de decisiones, regularmente los ganadores en contiendas electorales o bélicas, como lo reporta la historia, suelen ser soberbios, se modifica su estatus y en algunos casos se comportan como los nuevos ricos de la aldea porque se creen infalibles para olvidar que el poder temporal tiene su límite.
El próximo gobierno debe escuchar inmensidad de voces que serán en muchos casos discrepantes, el gobierno es para todos porque ser sectario se traduce como antidemocrático, evidentemente se le ha cuestionado al presidente electo López Obrador como nunca se hizo con sus antecesores y todavía no comienza a gobernar.
La correlación de fuerzas cambió drásticamente, ya fueron finiquitados los partidos Nueva Alianza y Encuentro Social, el primero figuró en el proceso electoral del primero de julio como aliado del PRI y el segundo de Morena y PT. El propio PT es una ficción, mantiene vigencia y posiciones gracias a López Obrador que habría ganado sin la coyuntural alianza.
El PRD tiene serios problemas en el corto plazo, el PAN anuncia una batalla por el control de esa organización disminuida y el PRI deberá aprender a comportarse como partido de oposición, posición que en el terreno de juego no domina porque su origen le marca como determinismo.
En fin, las expectativas respecto al gobierno de López Obrador se mantienen, aunque en caso de no responder como se espera vendrá un pesado desencanto que puede propiciar un muy mal humor social.