Los derechos humanos no se garantizan y nuestro país es una evidencia clara al respecto. En el sexenio anterior la violación de derechos fue un asunto cotidiano, ostensible y cuestionado como lo enumeran múltiples hechos que escriben un mar de historias trágicas. El pasado día 10 de diciembre se proclama como una efeméride para invocar los derechos humanos, aunque si algo recorre el mundo son los fantasmas de la discriminación, el racismo y el odio.
Son muchos los expedientes que gritan la injusticia, feminicidios, estudiantes masacrados y desaparecidos, crímenes sin castigo, guerra contra el narco que también violentó derechos de gente inocente, “daños colaterales” y un largo etcétera para ilustrar el grado de barbarie como de envilecimiento.
Ante tal panorama desolador no hay que festejar en un país que no es de leyes porque no se aplican, la impunidad marca los caminos y las vidas, los derechos humanos son un gran discurso que nos remite a los valores más eminentes sólo que en el fondo no pasa de eso, retórica de ocasión.
En principio no deberían existir comisiones de los derechos humanos si las leyes se aplicaran y la justicia se materializara, sólo que una larga como oscura historia autoritaria de nuestro país motivó la creación de la primera durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, como un órgano autónomo, el primer titular de dicha instancia fue un destacado jurista ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, Jorge Carpizo.
La Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 10 de diciembre como el día de los derechos humanos en 1950, en México no se alcanza una madurez al respecto porque la represión, como lo ilustra la llamada guerra sucia de los setentas da cuenta de lo contrario, es decir la barbarie .
La Declaración de los Derechos del Hombre se emitió el 10 de diciembre de 1948, su referente fue la declaratoria hecha al calor de la Revolución Francesa, acontecimiento que destacó para trazar la construcción de los estados modernos. Derechos básicos, fundamentales e inalienables.
La condición humana es brutal, seguramente por ello Thomas Hobbes dibujaba al Leviatán como el estado que contuviera y castigara las consecuencias de una guerra de todos contra todos, porque de lo contrario ganaría el desastre.
Sería interminable la lista de violaciones a los derechos humanos en nuestro país, es una realidad que para nada es aislada sino consuetudinaria.
Tenemos heridas abiertas en el cuerpo social de México, Ayotzinapa representa una de ellas que no deja de sangrar; los millones de pobres que sobreviven son otra prueba de la injusticia, todo ello llama para no acribillar nuestra capacidad de asombro.
Vivimos en un país diverso, multicultural, practicar la democracia no significa solo emitir un voto o ser partícipe de una encuesta o consulta, se trata de respetar las diferentes formas de ver y vivir porque la exclusión, discriminación y racismo no entonan con la libertad que es uno de los derechos fundamentales imprescindibles.
Posdata: el debate político en nuestro país se polariza, aunque no olvidemos que es preferible así sea a que tengamos como prescripción un pensamiento único. La unanimidad no existe.