En opinión de quien esto escribe, los últimos cuatro gobernadores de Michoacán han sido los más malos que hemos tenido. Primero fue un pasante de antropología llamado Lázaro Cárdenas Batel, después, vino otro a quien le decían el maestro y que se apellida Godoy Rangel, más tarde, apareció en el escenario político de Michoacán un hippie apellidado Jara y, finalmente, arribó el experimentado Fausto Vallejo. Y, también en mi opinión, ellos deben ser llamados a cuentas, aun cuando los dos primeros se hayan refugiado arropándose en el perdonador manto lopezobradorista.
Cada uno, en su tiempo, se sentaba a dialogar con los corruptos líderes magisteriales y les firmaban cuantas prebendas solicitaban, pero jamás cumplieron con lo pactado. Pero aquel incumplimiento, aquel ofrecer para salir del paso, aquella espera que se tornaba interminable y que afectaba a un grupo de profesionistas hasta hace unas décadas asaz respetable, como era el magisterio, fueron ingredientes muy propios para que estallara la inconformidad social.
Ahora ruego a los amables lectores, que me permitan invitarlos a ubicarnos mentalmente en la medianía del siglo anterior. En los cuatro cines que existían en la ciudad, se apretujaba la gente para ver las películas que se rodaban en aquella, la llamada “época de oro” del cine mexicano. Y en alguna de las películas del cómico Mario Fortino Alfonso Moreno, reíamos escuchando su verborrea mitad desorientadora, mitad ilustrativa. Recuerdo en especial una escena en la que un grupo de cuatro peladitos de barrio, ancestros remotos de los actuales ninis, intentaban entrar al cine. Como no tenían dinero, urdieron una estrategia singular: se formaron en la fila como si ya tuvieran su boleto de acceso. Al llegar ante el empleado que recogía los boletos, el primero del grupo le dijo señalando hacia atrás con el dedo pulgar: “el de atrás paga”; y lo mismo fueron repitiendo cada uno de ellos hasta que, al llegar al último, se descubrió la estratagema; aunque tarde, pues los primeros estaban ya dentro de la sala.
Ahora pregunto a usted, gentil dama, respetado caballero, ¿hay o no una calcada similitud entre la actuación de los gobernantes citados y la de los peladitos de la película de Cantinflas? Si uno de estos últimos decía: “el de atrás paga”, los gobernantes pensaban: el que viene detrás cumplirá lo pactado.
Y aquí viene la lógica y el sano juicio que deben imperar, porque el actual gobernante dirá, a la manera de Fox: ¿Y yo por qué?