Andrés Manuel López Obrador llegó de manera contundente a la presidencia de la república, millones de votos eliminaron cualquier suspicacia, la legitimidad no se cuestiona y las expectativas en torno a su administración siguen vigentes.
En los primeros cien días de su sexenio son muchas las cosas y casos a debatir, se acabaron las pensiones a los ex presidentes, Los Pinos ya no es residencia presidencial sino un sitio cultural, los vuelos comerciales para las giras se contabilizan. Le gusta estar en las multitudes porque aunque no sea orador destacado si es un buen comunicador.
No obstante, también se ha impulsado en los círculos de Morena un obvio culto a la personalidad. Al final es el principal activo de su partido, aunque ha reiterado que su amo es México.
Tiene un ritmo de trabajo intenso, va a ciudades y pueblos, quienes la pasan mal son los gobernadores que son expuestos y exhibidos por la muchedumbre morenista que no deja de abuchearlos. Las estampas de esta índole se han multiplicado aunque ello tome una evidente distancia de la civilidad. Ya algunos mandatarios anunciaron que no acompañarán más a los actos masivos al presidente, algunos ya ni hacen uso de la palabra.
López Obrador marcó la alternancia con un estilo diferente con la pretensión de romper el estatus quo, rituales, conexión evidente con las masas y cierta nostalgia por el desarrollo estabilizador que se estiló en las administraciones priistas de las décadas de los cincuenta y sesenta.
Cada vez que puede, es decir muchas veces, lanza furiosos anatemas al neoliberalismo al que observa como sinónimo de corrupción y pobreza aunque es un sistema económico que no se abatirá por decreto.
Se trata de un presidente popular, las encuestas lo acreditan frecuentemente. Aún es prematuro para hacer un balance en torno a la gestión de López Obrador que también tiene críticos furibundos que no dejan pasar nada, aunque en contraparte tiene defensores oficiosos que no se distinguen por los mejores argumentos, al contrario lucen serviles con expresiones simplistas y procaces como ha sucedido con Félix Salgado Macedonio.
Destaca en su aún temprana administración del presidente el combate al huachicol que ha surtido efectos, se trata de un problema de criminalidad que no fue atendido en el pasado, más bien creció el mal para exhibir corrupción en grado extremo con su alta dosis de impunidad.
El federalismo es un tema que ha tratado la Conferencia Nacional de Gobernadores, se ha cuestionado a los llamados súperdelegados, de hecho nuestro país ha contado con un centralismo evidente aunque el marco legal vistió al antiguo régimen como república, en los hechos los presidentes de antaño se comportaron como monarcas al gozar de poderes metaconstitucionales.
Han transcurrido poco más de cien días de una gestión que en la forma y fondo toma distancia de las anteriores, una asignatura pendiente lo representa la inseguridad que no disminuye y que bien puede ser el talón de Aquiles. Habría que esperar el funcionamiento de la Guardia Nacional porque los problemas de seguridad están latentes como ha sucedido en Guanajuato y otras entidades en donde lo cruento teje una narrativa del horror. Mientras tanto las conferencias mañaneras marcan la pauta del debate nacional.