Los partidos políticos continúan en evidente crisis programática, de identidad y dan palos de ciego porque los desfiguros son obvios, tanto que abonan para su desprestigio, como sucedió con la reprochable reforma en Baja California en la que 21 diputados no tuvieron reparo para registrar una actuación distante de la democracia porque desdeñaron el sentir popular.
Es cierto que en un régimen democrático los partidos políticos son actores imprescindibles para vigorizar un sistema plural, las opciones son diversas para estimular la participación social aunque en algunos casos terminan por pervertirse.
En México la alternancia electoral es un hecho consumado, en el siglo XXI ya se han registrado tres para tomar distancia del antiguo régimen que se mantuvo durante 71 años ininterrumpidos en los que la gran ausencia fue justamente la democracia.
La estructura monolítica se fue desmontando, con todo y resistencias, aunque se percibe un gran reciclaje de figuras políticas que tienen su origen en el Partido Revolucionario Institucional. La oposición en nuestro país luce debilitada, aún no se repone de los comicios del año anterior en que fue derrotada de manera contundente.
Aún no salen del naufragio, los reacomodos no concluyen y la incertidumbre forza escenarios antes impensables. La crisis ideológica se ha hecho evidente, casi todos hablan el mismo lenguaje porque hace un buen rato el pragmatismo ocupó los espacios para tener como objetivo primario los resultados electorales aunque vaya a contrapelo del origen y las banderas históricas tradicionales. Así se cocinaron alianzas derecha-izquierda, geometría que parece ir a la baja.
Se requiere una oposición sólida, pensante para generar contrapesos, equilibrios que faciliten una democracia de mayores contenidos y mejores propósitos, porque las hegemonías suelen ser autoritarias, soberbias y excluyentes.
Morena apenas dibuja líneas orgánicas de partido político porque más que eso ha sido un movimiento coyuntural alrededor de la elección del 2018, en el antiguo régimen el PRI hizo funciones de apéndice del gobierno, ejercicio simbiótico que sorprendía a los politólogos europeos porque no había una frontera definida. El tricolor fue el brazo electoral, habrá que esperar qué hará el partido en el poder.
No tenemos una tradición democrática en México porque los caudillismos, dictaduras y populismo han estado a la orden del día a través de esquemas clientelares y paternalistas.
Lo cierto es que varios personajes de las elites políticas tienen décadas, el reciclaje no ha terminado, mismas caras con discursos renovados aunque las trayectorias suelen ser contradictorias. Mosaicos de la condición humana.
Ante estos escenarios la oposición no se ha reorganizado, cada partido afronta y administra su propia crisis, sus prioridades tienden a lo casero pero no son contrapesos, todavpia no se recuperan de la derrota del 1 de julio de 2018.
El sistema plural de partidos es conveniente, aunque no con organizaciones debilitadas porque con semejante cuadro no se puede aspirar a trascender sino a vegetar.