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miércoles, octubre 23, 2024

PALABRAS PARA UN MORIBUNDO

DR JAIME LPEZ RAl fútbol le han llamado “el deporte más bello del mundo” y un servidor escuchó alguna vez a un narrador de dicho deporte, en el clímax de la exaltación, dirigirse a los futbolistas llamándoles, aunque usted no lo crea, “semidioses” del campo; y existen grandes aficionados que, como dice la canción, darían media vida por tomarse una foto junto a equis jugador.

Pero, ¿qué ando haciendo al escribir sobre fútbol? ¿Dónde estaría el diablo metido -dirían en el rancho de los abuelos- que decidí aspirar una tonelada de valor y escribir sobre el deporte de las patadas? Lo que ocurrió es que hará unos seis meses que, a insistencia de uno de mis hijos, empecé a asistir al estadio Morelos (el coloso del Quinceo, lo llamó cierta vez un comentarista deportivo) a presenciar los juegos de fútbol del equipo representativo del estado, y particularmente, de la ciudad: los Monarcas.

Desde esa primera ocasión me sorprendió una expresión que he venido escuchando, partido a partido, a través del sonido local del estadio. Nunca comulgué con la frase. Y es que ésta me parecía más que una arenga, un presagio; era una advertencia más que una expresión estimulante; encajaba más bien en los augurios que en las exhortaciones, y compartía atributos más de despedida, que de esperanza.

Doy por descontado, que usted, gentil damita, respetado lector, ya sabe a cuál expresión me estoy refiriendo. Al escucharla, no puede uno menos que preguntarse: ¿A quién diablos se le ocurrió la frasecita? Retrocedamos en el tiempo e imaginemos que mientras avanzaba el campeonato, viendo que nuestro equipo no rebasaba la medianía, los genios de la mercadotecnia se devanaban la sesera buscando frases estimulantes. Los aficionados, por su parte, hacían lo suyo: cruzaban los dedos, se los tronaban, rezaban a la virgencita, prometían mandas, hacían “las olas” iban vestidos con camisas similares a las de los jugadores y coreaban cuanta porra les pidieran. Y así surgió la frase que usted conoce.

La meta era, según dijo uno de aquellos sabios de la psicología social, encontrar una frase corta, “pegajosa” dijo, y que fuera aceptada por la afición. Así estimularían a los aguerridos monarcas. Desconocemos qué vaya a ocurrir con nuestro equipo, pero en dos días lo sabremos. Espero que continúe en lo que se llama “Primera división”.

Y por si usted es de los pocos que no asisten a ver ese juego, termino citando la frase que no he querido escribir. Pero le ruego que imagine el estadio lleno, piense que los jugadores están saliendo a la cancha, deseosos de dar el juego de su vida, y que, de pronto, se escucha por los altoparlantes una voz entusiasta que dice, así como si se estuviera dirigiendo a un moribundo: “Apoyemos a nuestro equipo HASTA EL ÚLTIMO ALIENTO”.

¿Qué piensa usted sobre la frase?

jaimelopezrivera2@hotmail.com

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