Tiempos de la cuarentena, del virus atroz de los imponderables en que no dejan de llegar noticias en la aldea global, algunas muy infaustas como la muerte de Luis Eduardo Aute, hay gente que no debería morir porque alentaron la siembra de rosas en el mar como un ejercicio semiótico de las esperanzas.
Aute fue un poeta de los tiempos modernos, de levantar la voz y las banderas contra entes esperpénticos que no valoran ni aprecian y, menos aún, comparten la belleza.
Exquisitas sus letras que fueron sedimento de la nueva canción, un hombre nacido en Manila en 1943 entre los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial en donde habitaban los dinosaurios y basiliscos, aunque hubo el espacio para un niño que miraba de frente al mar.
La belleza de sus poemas fue una constante en toda su producción creativa que cobró dimensiones trascendentes desde los años sesenta, lapso en que se incubaban lo cambios, España era una nación marcada por el conservadurismo franquista, el mismo que persiguió a los poetas como Miguel Hernández y Federico García Lorca.
Míralos, como reptiles,
al acecho de la presa,
negociando en cada mesa
maquillajes de ocasión;
siguen todos los raíles
que conduzcan a la cumbre,
locos por que nos deslumbre
su parásita ambición.
Antes iban de profetas
y ahora el éxito es su meta;
mercaderes, traficantes,
más que nausea dan tristeza,
no rozaron ni un instante
la belleza…
En el año 2013 lo entrevistamos en Morelia, se presentaría en el teatro José María Morelos y Pavón, en aquel tiempo me desempeñaba como secretario de Difusión Cultural y Extensión Universitaria de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo; estuvimos en Radio Nicoalita con el locutor Ernesto Ayala. Ahí, en cabina, conversamos con Luis Eduardo Aute de sus canciones, de política y la belleza.
Al concluir la entrevista salimos a caminar fuera de Ciudad Universitaria, compartimos el tabaco y las palabras.
Sus canciones vuelan ataviadas de recuerdos, Al Alba para mostrar señales de vida al este del Edén.
Su concierto en Morelia fue para presentar su disco El niño que miraba el mar y su talento fue palpable, el derroche y la empatía con el público que había abarrotado el reciento.
Vivimos tiempos difíciles, el virus del Covid-19 deja estragos a su paso, la clase política suele ser miserable en estos tiempos porque desconoce la empatía, parecen estar más afanosos en su popularidad que va en declive, que en lo realmente importante. Las políticas públicas en materia de salud han sido rebasadas en el mundo, desnudaron carencias y la capacidad de respuesta simplemente no responde.
En este caos las canciones de Aute son refrescantes porque las utopías engarzadas representan un aire fresco que despeina las tristezas, hacen aflorar sentimientos para plasmar un arcoíris de esperanza en un mundo que se resiste.
Luis Eduardo Aute permanecerá vivo como su vocación literaria, en la que emergen símbolos, sentimientos y emociones que colorean los mapas vagabundos en el que se encuentran los trashumantes, las esperanzas y la utopía de un mundo auténticamente humano.