El cinco de marzo de este 2,020, se cumplieron 500 años, de que Francisco de Eguía, un esclavo de Pánfilo de Narváez, llegó a Cempoala, Veracruz. Este hombre que, según algunos, era un oficial de Narváez, portaba algo infinitamente más letal que los mosquetes, arcabuces y trabucos de los soldados españoles: venía enfermo de viruela. Tan grave era la enfermedad que cuatro años más tarde, permitió a Francisco Pizarro doblegar, con sólo 120 soldados, a un ejército de 40,000 incas, muchos de ellos infectados por la misma enfermedad.
Al adentrarnos en la historia de la salud pública en México, de inmediato relacionamos la pandemia que estamos enfrentando, con la de viruela que influyó, decisivamente, en el colapso de los imperios inca y azteca.
Y, ¿sabe usted cuánto tardó en erradicarse la viruela? Pues la friolera de 531 años, ya que el último brote de viruela, ocurrió, por cierto, aquí, en nuestro estado, en febrero de 1951, en Parangaricutiro; en tanto que el último enfermo, se conoció en junio del mismo año, y fue una mujer del ejido Tierra Nueva, de San Luis Potosí. Incluso, aun cuando ya había llegado a México un humanista español, el médico militar Francisco Javier Balmis, con aquella vacunación de brazo a brazo, en 1804 (la vacuna tenía seis años de haber sido desarrollada por Eduardo Jenner), todavía debieron pasar otros 137 años, antes de que la viruela fuera erradicada.
Pero, aquí viene la cara poco conocida de la erradicación de la viruela. No vaya a creerse que aplicar la vacuna fue un camino ornado con flores y confeti. Nada de eso. Imagine usted que estamos en 1951. Claro que la gente escondía a sus hijos cuando llegaban las brigadas de vacunación. ¿O usted creía que estaban esperando ansiosos, el arribo del personal vacunador? No. ¿Y sabe qué ocurrió? Pues que se echó mano del ejército. Sólo así se pudo vencer aquella plaga.
Hoy, 69 años después, cuando según los políticos, hemos dejado ya el lastre de la incultura, no podemos permanecer en casa mientras pasa la etapa de mayor transmisibilidad de la actual pandemia.
Quienes pudimos haber enfermado de viruela y aún estamos respirando en este mundo, no podemos menos que agradecer al gobierno que entonces actuó. Si en 69 años, la ciencia ha avanzado enormidades y sabemos que en unos dos años estará lista la vacuna para el COVID-19, nosotros seguimos siendo renuentes, reacios. Seguimos siendo los mismos, como cantaba la señora Angélica María: “Porque él es bueno; y tú sigues siendo el mismo”.
Los factores determinantes en la erradicación de la viruela fueron: un gobierno que aceptó las sugerencias de la autoridad sanitaria, la existencia de una vacuna, y la ausencia de ese inoperante organismo que llaman defensoría de los derechos humanos.