POR EL FUTURO
Nunca se dimensionó el impacto del Covid-19, el virus que hizo entrada brutal en una aldea global carcomida por el lucro, hedonismo y la inmediatez para dejar un rastro que no acaba por los cuatro puntos cardinales. Todo se afectó, la salud, la economía y, en una palabra, el mundo cotidiano con todas sus implicaciones laborales, académicas, sociales.
Vivimos muchos el enclaustramiento, algunos gobiernos en el ámbito local han dictado medidas para evitar la propagación del virus aunque ello ha generado controversias legales, pero el bienestar común tiene prioridad, se trata de proteger la vida.
Más allá de las discusiones razonadas en el ámbito jurídico el asunto tiene que ver con una cuestión de conciencia y de imperativos axiológicos porque la información en torno al Covid-19 se ha desplegado por todos los medios, medidas sanitarias, prevención, qué hacer y qué omitir se dicen todos los días y a cualquier hora; hacer lo contrario sería una muestra clara de inconciencia, salvo en los casos de asuntos esenciales como ir al trabajo, adquisición de medicamentos, comestibles o cualquier cosa de importancia.
Los casos en nuestro país que se pueden contar que van a contracorriente de lo prescrito por las autoridades sanitarias son múltiples: turistas que llegaban a las playas sin importarles que puedan infectarse o contagiar, gente que acostumbra organizar sus reuniones con sus círculos de amistades para brindar repetidas ocasiones y sin precauciones; los individuos youtubers que aún con el virus salen a comprar y lo anuncian para exhibir su grado de egoísmo y frivolidad que llega a lo criminal.
Mercados y tianguis en Michoacán, por ejemplo, en los que muchas familias completas que incluyen niños y personas de la tercera edad van como si nada pasara a comprar diversos productos pese a que se ha indicado que, con la sana distancia, vaya una persona por familia. De verdad que asombra y da miedo la actitud temeraria en muchos que parecen no ver e ignoran el entorno complicado en materia de salud a nivel global.
El confinamiento también acarrea algunas consecuencias, estrés, depresión y algunos ataques de ansiedad aunque hay alternativa para confrontar dichos lapsos, en ello tiene mucho que ver la cultura con todo su cargamento estético y exploración de conocimiento.
Recién el escritor Juan Villoro en entrevista del diario Milenio se pronunció respecto a lo que ha provocado el Covid-19 “se menciona que se ha terminado el mundo tal y como lo conocíamos y, en ese sentido, creo que no debemos estar muy tristes, porque no era el mejor de los mundos posibles: era un mundo lleno de fanatismos, injusticias, ecocidio, polarizaciones políticas… difícilmente podíamos defender ese estado de cosas. Creo que lo que está ocurriendo es una oportunidad extraordinaria de replantearnos nuevas soluciones”.
No ha cesado en el mundo la estampa multicolor de mucha gente que comparte su talento desde la ventana, la lectura es un punto de escape a la vez que nutriente del interior. Hay opciones, diversas, para que el confinamiento no termine de entumirnos.
Prevalece la esperanza de mejores días, el futuro debe ser mejor porque la valoración de muchas cosas no debe ser retroceso, debe imperar, así lo deseamos, la generosidad, la otredad y un enorme sentimiento de empatía que pueda conjurar otros males derivados de la pandemia.