La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las faltas de los demócratas
Albert Camus (1913-1960) Filósofo francés
La médula del mensaje de Lorenzo Córdoba, ante un atestado zócalo capitalino, resume la realidad nacional: “hoy todo está bajo amenaza; pasamos más de cuarenta años construyendo una escalera democrática, y hoy, desde el poder, quien llegó a ese primer piso por libre voluntad ciudadana, pretende destruir esa escalera para que nadie más pueda transitarla”. Ni más, ni menos.
Justo ese es el quid del asunto. Andrés Manuel López Obrador usó la escalera que entre todos construimos y cuando llegó a la cima, ha decidido recogerla para que ya nadie más suba. Él, su 4T, quedarse arriba por tiempo indefinido. Imposible encontrar una mejor metáfora para entender el peligro que se cierne sobre México.
Pero la movilización dominical ciudadana, absolutamente ciudadana, que por millones se apropió de calles y zócalos en todo el país, es un obús en la línea de flotación de López Obrador: es un ¡aguas! con que intente, como lo van a intentar, perpetuar el poder para él o para su movimiento. Porque este domingo quedó claro que México, y espero que no el México bronco, pero sí el decidido y firme, está despierto. Si el presidente suponía que el 2 de junio próximo sería como coser y cantar, ahora estará convencido de lo contrario. Convencido y preocupado.
Este domingo quedó claro que hay una ciudadanía decidida a no dejarse arrebatar libertades y democracia; a no doblarse ante la tiranía ya no tan en ciernes, ya cobrando forma a velocidad alarmante; decidida a cerrar el paso a la dictadura fáctica o real que cae como pesada sombra; decidida y comprometida a ponerle el pecho a las balas y a no permitir que la 4T le dé al país el último empujón rumbo al precipicio, del que no saldríamos en, mínimo, dos generaciones.
La de este domingo fue la evidencia de que, contra lo que López Obrador suponía, hay aún mucha ciudadanía, mucho coraje y dignidad, suficientes al menos para pelear contra el fantasma de la dictadura. Suficientes para que la pesadilla no se alargue luego del primero de octubre.
Y es que a ésta, a la pesadilla, ya solo le quedan 237 días.
X@jaimelopezmtz
