Una dictadura es un estado en el que todos temen a uno y uno a todos
Alberto Moravia (1907-1990) Periodista italiano
Andrés Manuel López Obrador tiene una fijación por el concepto “golpe de estado”. No se necesita ser especialista en sicología para entender que el presidente refleja en las casi doscientas ocasiones que durante sus mañaneras se ha referido a ese término, una fijación.
López Obrador cuestiona esta semana, para no variar sin ningún tipo de pruebas, solo su dicho, si desde el Poder Judicial se estaría un fraguando un “golpe de estado técnico”, partiendo de que considera inminente que se le castigue por infringir, un día sí y otro también, la ley electoral y la misma Constitución, al abordar los temas electorales pese a que lo tiene prohibido legalmente.
Obvio, él sabe que como presidente tiene la limitante de hacer promoción partidista y referirse a los temas electorales, limitante que tuvieron sus antecesores, sobre todo Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Pero a sabiendas de eso, López Obrador intencional y dolosamente violenta la ley, a manera de reto para ser castigado. Ese castigo para él sería un golpe de estado técnico. Sería algo así como un autogol pero intencional. Victimarse para luego reclamar ese golpe de estado.
Y es evidente que no aceptaría ninguna clase de sanción, menos una extrema como anular las elecciones. Luego entonces, cuando insiste en el golpe de estado, en realidad está hablando de uno pero de su parte, no en contra suya. Está preparando el terreno por si las cosas no salen como las prevé el dos de junio.
Y, a juzgar por su estado de ánimo y el de su candidata, es altamente probable que su verdadero Plan B, el de no reconocer un eventual triunfo de la oposición, sea el que tenga como as bajo la manga. Y ahí sí, dar un golpe de estado, no técnico, sino real. Para eso tiene al Ejército retacado de dinero. Si no, al tiempo.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 213 días.
X@jaimelopezmtz
