Juzga a un hombre cuando te hayas puesto en su lugar
Louis Sébastien Mercier (1740-1814) Escritor francés
Es probable que estemos ante un caso que no debe analizarse política, sino sicológicamente. Andrés Manuel López Obrador ha hecho historia al ser el primer presidente que designa unilateralmente a un ministro de la Corte, en este caso una ministra. Ciertamente, hace uso de una atribución que la Constitución le confiere, luego de que el Senado no lograra los consensos necesarios para realizar tal designación, con las dos ternas que le envío el propio Ejecutivo.
En las votaciones de tales ternas, Lenia Batres Guadarrama había recibido apenas tres o cuatro votos de senadores, algo vergonzoso, y Bertha Alcalde Luján acumuló más de sesenta, quedándose a escasos votos de los necesarios para la mayoría calificada que requería.
Ello fue así, porque aun entre senadores de oposición, Alcalde es la abogada más preparada de la terna, quedando Batres en ese sentido muy, pero muy rezagada. Ni hablar de quienes completaron las dos ternas, María Estela Ríos González, la primera, y Eréndira Cruz Villegas, la segunda. Ambas recibieron sonoros reveses de los senadores, aún los de la 4T.
Al no llegar a buen puerto la segunda terna del Presidente, y pasar a la etapa en que éste tiene la facultad de designar discrecionalmente al ministro o ministra que haga falta en la Corte, todo mundo, dentro y fuera de la 4T, dio por hecho que López Obrador se decantaría por Alcalde, dada la aceptación que ya había alcanzado en el Senado y, con todo respeto para Batres, la diferencia de entorchados académicos y jurídicos entre ambas.
Pero increíblemente, López Obrador decidió que fuera Lenia Batres la nueva ministra. ¿Por qué lo hizo? No es fácil entender: seguramente las dos, Batres y Alcalde, le garantizaban la lealtad no a la Corte y a la justicia sino a él, al presidente, que es lo que éste busca siempre, lealtad ciega hacia su persona. Y si empatadas estaban en sumisión, lo lógico sería suponer que la decisión se inclinaría por la más preparada.
Aquí es donde creo que entra el terreno de la sicología para tratar de entender por qué López Obrador toma decisiones absurdas, sin pies ni cabeza: si políticos, analistas y periodistas daban por hecho la designación de Alcalde, el presidente decide llevar la contra e ir por lo ilógico, a manera de refrendar, por si quedaban dudas, su carácter autoritario, monárquico, dictatorial.
Designar a Alcalde sería lo lógico, lo normal, pero eso no va con un autócrata, él debe enviar señales de su poderío, de que nadie la va a marcar qué hacer. Para que vean quién manda, podría sintetizarse la razón de la designación de Batres. O, como coloquialmente se dice, confirmó que es contrario a la norma, a la lógica, al sentido común. Es “contreras”, pues.
Y esa forma de gobernar, de ver el mundo, de entender el ejercicio del poder, no debe analizarse políticamente, sino en términos sicológicos. El presidente es un enfermo del poder, hace tiempo lo perdimos. Una atención profesional en el campo sicológico le es urgente. Las cosas, como son.
Y a la pesadilla ya solo le quedan 291 días.
X@jaimelopezmtz